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Artículos de prensa

¿Quién me va a querer?

Del "me gustas como eres" al "¿por qué tienes que ser así?"

Barbijaputa, el diario.es, 26/09/2016 />Eres muy guapa.

Me haces reír.

El instituto es menos coñazo a tu lado.

Vamos juntos al cine.

Me enamora tu seguridad.

Bésame.

Quiero estar contigo.

Creo que le gustas a Pablo. Te mira un montón. Normal. Eres muy guapa.

¿Qué haces? ¿Con quién andas?

Ayer no quedamos, me duele cuando no te veo. Te quiero tanto.

Oye, no te enfades, pero hoy te vi hablar con Pablo, te reías de la misma forma que te reías conmigo cuando empezamos. Si te gusta... dímelo.

Perdona, nunca he sido celoso, no sé qué me pasa, es que me he pillado por ti a lo bestia.

Creo que le caigo mal a tu amiga Sara. Me mira mal a veces. Y tú no le dices nada. O no te das cuenta o no te quieres dar.

Te he llamado y llevas media hora comunicando. Creí que estabas en la biblio, se ve que no.

Te pusiste superguapa y te alisaste el pelo para salir con tus amigas, y el domingo conmigo con la cara lavada. Es como si ya no te importara estar guapa para mí.

¿Qué te está escribiendo Pablo? He visto que te saltaba en el móvil una notificación suya de Whatsapp, pero tienes el móvil con clave, qué casualidad.

No, si no quiero discutir, sólo digo la verdad, te cuento las cosas como son. Si te ofuscas tanto algo de razón llevaré.

Ayer Sara directamente no me saludó. No tiene ningún motivo para no hablarme, yo en público jamás te digo nada, nunca, siempre hago como si no pasara nada, ¿sabes por qué? Porque a la gente no le importa nuestra relación.

Ojalá te quisiera sólo lo que tú me quieres a mí, estaría más tranquilo, desde luego.

¿Estás con Pablo? No me contestes, no me lo voy a creer, porque me dices siempre lo que quiero escuchar para que no discutamos. Eso no es sinceridad.

No me grites que yo estoy muy tranquilito, ¿eh? que se te va la olla, cada cosa que digo montas un pollo, tranquilízate que estamos en la calle.

¿Crees que iba a estar celoso o me iba a picar si no te quisiera? Enfádate mejor el día que me dé igual con quién estés.

Que los tíos le den a Me Gusta en todas tus fotos en Facebook no significa que luego te vayan a aguantar lo que yo te aguanto. Ellos sólo conocen una parte de ti, la del postureo.

Y ahora lloras, claro, sí, hazte la víctima, encima. Manipuladora. Últimamente todo llantos, para que me dé pena y no te diga la verdad de las cosas.

Cuando te conocí estabas todo el día de risas, ahora todo el día de morros o llorando. Yo me enamoré de ti porque eras graciosa y segura de ti misma, pero creo que era todo una pose para engancharme.

El día que me harte y te deje, te darás cuenta de lo que has perdido, y a ver cuántos años tardas en encontrar a otro que te quiera como yo te quiero, a pesar de cómo eres y cómo me tratas.

Al principio igual caen, como yo, pero en cuanto empieces a hacer de las tuyas, a manipular, a llorar por todo y a montar pollos, ya te digo que no se queda a tu lado ni dios. Eres una perturbada.

Eso, ahora vuelve a llorar otra vez, y a gritarme.

¿Cómo? ¿Que estoy mal? ¿Quién? ¿Yo? Jajaja, por favor, ¿no te das cuenta de quién tiene aquí el problema? Mírate, mira cómo tiemblas y lloras y gritas, y mira mi pulso, mira qué tranquilo estoy.

¿Quién es aquí el que está mal de los dos?

___________________

Le gusto como soy, no he tenido que fingir ser otra persona para que se enamorara de mí.

De todas las chicas con las que pudo estar, me eligió a mí.

Cuando me abraza es como si tuviera miedo de soltarme y perderme.

Es la persona más romántica que he conocido.

Sara a veces levanta una ceja cuando le enseño las cosas que me dice por Whatsapp, me pregunta si no me agobia. Cómo me va a agobiar. El día que se enamore de verdad, lo entenderá.

Se pone celoso a veces, pero eso es porque me quiere como nunca ha querido a nadie.

No soporta a Pablo, con lo majo que es. Pero es que está enamorado, entonces ve amenazas en cualquiera. Pero confía en mí.

Ayer me habló mal, discutimos. La verdad es que soy un desastre, quedamos a las 7 y me retrasé y él creyó que estaba con Pablo. Con el tiempo verá que no tiene nada que temer. Lo que tengo que hacer es no llegar tarde nunca más.

Cuando estamos bien, soy más feliz que en toda mi vida. Pero a veces lo hago enfadar sin darme cuenta y lo estropeo todo.

Tengo que acordarme de no volver a estar en línea en Whatsapp si le he dicho que me voy a la cama. Éstas son los pequeños errores que cometo que luego se convierten en bronca.

Lleva razón, me pongo siempre guapa para salir con mis amigas, no sé por qué lo hago. No es que busque nada, como él cree, si estoy loca por él.

Lo mejor será que no hable más con Pablo. El esfuerzo que tengo que hacer tampoco es tan grande, es sólo un amigo, y un pequeño sacrificio puede acabar con un montón de discusiones.

La culpa de que Sara ya no le hable es sólo mía. Le cuento mis discusiones con él y ella, como es mi amiga, se pone de mi parte. Y no es justo para él.

He decidido darle mi clave de Facebook y dejar que lea mis Whatsapp, así verá que soy la persona que cree que soy, que no le miento nunca, que no le engaño ni hay nadie mandándome mensajes raros.

Lo quiero mucho cuando estamos bien, pero cuando estamos mal, lo odio. No sé cómo puede decir algunas cosas que dice. Es como si todo lo que me quiere le hiciera sobrepasar todos los límites. Ojalá me quisiera un poco menos.

No es que no quede con mis amigas para evitar sus celos, es que no me lo paso bien ya con ellas si sé que él está todo ese tiempo sufriendo.

No sé estar en una relación. Tengo que aprender. Espero que él no me deje antes de que lo consiga.

No voy a ser feliz hasta que estemos bien. Pero no sé cómo hacerlo. El amor es así, ninguna relación es fácil, ya lo sé.

Hoy le grité. No sé en qué me estoy convirtiendo. Me lo tomo todo demasiado a la tremenda. Pero es que a veces me parece tan injusto y cruel que cuando me doy cuenta estoy llorando como una niña pequeña. No sé qué me pasa, soy una inmadura, tengo que dejar de llorar por todo y encajar las cosas mejor.

¿Será verdad que estoy "loca" y lo estoy "volviendo loco" a él? Creo que sí, porque él nunca había estado tan mal antes por culpa de una chica, me lo ha dicho.

Soy una maltratadora. Le digo a él que está mal de la olla pero se lo digo gritando y hecha una furia. Eso es maltrato psicológico. Él me lo dice. Que lo que yo hago es maltrato psicológico.

No sé cómo sigue queriéndome. Soy lo peor que le ha podido pasar nunca.

El día que no me aguante más y me deje... ¿quién me va a querer?*

Feminismo en un lugar de la Mancha

Feminismo en un lugar de la Mancha Dos centenares de mujeres circulan a lo largo de las páginas del Quijote rompiendo con los convencionalismos de la época.
Fanny Rubio | 23 abril, 2016 | 08:25 h

Libro de feminidad fue llamada la primera parte de Don Quijote de la Mancha por grandes escritores, hoy ya clásicos, entre ellos Azorín, en el entorno del tercer centenario de su impresión (se publicó en 1605 y se celebró en 1905). Cien años después (2005) quedó de manifiesto la insistente representación de lo femenino en la obra de don Miguel. No ha sido así, sin embargo, en el cuarto centenario de la segunda parte del Quijote (se publicó en 1615 y se conmemoró en 2015) y el de la muerte del escritor (falleció en 1616 y se le homenajea este año): ha dado la impresión de que las voces femeninas se repliegan de nuevo ante un panorama público casi privado de voces de mujeres y del diálogo que llevan consigo. Sin embargo, de pronto, cuando menos lo esperamos, avisan.

Indiferentes a las subidas y bajadas del crédito, las mujeres del Quijote encarnan por sí mismas y de manera independiente los conflictos de la existencia: son las «figuras reflexivas» de las que habla el escritor Carlos Fuentes. Piensan y hacen pensar. A través de ellas, Cervantes tiene más libertad para restituir, entre bromas y veras, la verdad oculta que la realidad tarda tiempo en mostrar. Van a reaparecer en distintas etapas de la historia marcando los arquetipos de la mujer española moralmente obligada a desmelenarse cuando la circunstancia le puede, siendo autónoma en la expresión de los sentimientos y portadora de ansias de libertad.

En aquellos años quijotescos caracterizados por la crisis, las guerras, las epidemias y la hambruna que los historiadores Maravall, Domínguez Ortiz o Pierre Vilar han estudiado a fondo, Cervantes alumbra 200 figuras femeninas que circulan por las páginas de su obra más ilustre. El escritor conoce bien a las mujeres: la madre muere en 1593, pierde a su hermano Rodrigo (con quien comparte cautiverio en Argel) en 1600. De su hermano Juan apenas hay noticia. Por eso, la presencia familiar femenina de mayor influencia la constituyen, pues, las hermanas: Luisa, carmelita en Alcalá; y en la casa familiar Andrea, Magdalena, la sobrina Constanza (hija de Andrea), la hija de Miguel de Cervantes, Isabel, y Catalina (su esposa por temporadas).

Treinta y nueve mujeres toman cuerpo y voz en el primer libro. Se muestran a través de monólogos propios y de referencias narradas por otros personajes y reproducen tal multiplicidad de caracteres que seguir la trayectoria de cada una nos permite realizar una lectura paralela del núcleo central principal sin apartarnos del argumento. Las historias de amor que cuentan son el mejor espejo de su sufrimiento pasional a imitación de modelos como Amadís de Gaula. Sobre ellas fluctúan los mitos femeninos de Ariadna, las diosas Palas y Venus; las medeas, helenas, tisbes, danaes, las ninfas o las santas. Unas son retratadas con pincelada gris, como las prostitutas en el entorno de la venta, llamadas señoras por el hidalgo. Fondo gris, igualmente, es el que detectamos ante la información intrascendente que el escritor nos reserva para el ama y la sobrina, que ganan en personalidad y gesto con el avance de la trama.

Destacan las contradictorias Dulcinea-Aldonza Lorenzo, o la pastora Marcela, o esa bellísima Dorotea que atraviesa la Sierra para recuperar con don Fernando su honra; la lectora enamorada, Luscinda; la italianizante Camila llevada a la traición conyugal; o Zoraida, argelina acaudalada que se embarca por amor a un cristiano que es quien relata el periplo; o Marisancha, la hija adolescente de Sancho; la mujer de este, Teresa Panza; Leandra, la burlona Duquesa, la tocadora de arpa Altisidora, la temeraria y a caballo Claudia Jerónima, como la morisca Ana Félix, atrayente hija del tendero morisco Ricote, la empleada de la venta, Maritornes, etc.

Componen un retablo calculado en función de sus temperamentos, inquietudes, la socarronería, la sentimentalidad. Son alternativamente independientes, irónicas, hoscas, compasivas, fuertes o vulnerables de acuerdo con las propias vivencias. Así, los deseos de libertad y de aventura de Marcela, las ansias de realización amorosa y el relato de los amores y dolores de Dorotea y el sentido de la dignidad y responsabilidad de Ana Félix cobran en boca de estas mujeres quijotescas un perfil de modernidad que hoy mismo nos sorprende. Como estudió Carmen Castro, es la fuerza de las acciones que estas emprenden la que modula sus variadas identidades y la que marca sus destinos. La bella Marcela pone delante del lector su capacidad de renuncia, decidida a ser fiel a su idea de independencia por encima de los reclamos amorosos de Grisóstomo; Luscinda resuelve sus trances amorosos a través de la estrategia; Dorotea se echa al camino para obligar al amante traidor a cumplir su promesa de matrimonio; Zoraida abandona a su familia por seguir al cristiano que no solamente la enamora sino que acompaña su conversión al cristianismo; la sobrina del hidalgo, pura referencia de parentesco, recupera su nombre y apellido al final a la vez que la herencia. A muchas damas don Quijote las escucha atentamente, a pocas esquiva con afán pudoroso y a una inmensa mayoría protege, como a Doña Rodríguez, a quien el caballero asegura atender «con castos oídos y socorrida con piadosas obras».
Una lucha que sigue vigente

Tantos suspiros y risas y reclamos y lágrimas femeninos se suceden que hay quien denomina estos capítulos conciertos de aire. Por eso no es exagerado retomar la opinión de la hispanista Iris Zavala al observar que Cervantes se anticipa a Freud al recostar a las mujeres, una a una, en el sofá del psicoanálisis para asistir al relato de sus anhelos y hacérnoslas queribles. Sucede con el grupo de Sierra Morena y de la venta, protagonizado al alimón por Marcela, Luscinda, Dorotea, Zoraida… Son mujeres que atraviesan violencias y dramas de difícil resolución aparente, mas con final armónico, como sucede con Dorotea o Ana Félix, separada de su familia y luego reencontrada bajo el impacto de la expulsión de los moriscos. En momentos excepcionales son elevadas a la más alta cumbre para hundirlas después en un fondo de pesadilla. Lo representa en su versión de Dulcinea, dama de los sueños, destinataria de una carta sublime en las alturas en la primera parte y hallada en la segunda en circunstancias de gran necesidad en el fondo de la cueva de Montesinos.

Don Quijote asiste a estas mujeres con facultad de oyente y las lanza amorosamente al camino, primero llano y de sierra escarpada, finalmente urbano y costero como es el mar de Barcelona. Pocas quedan en el ámbito doméstico cuando sus intereses por recuperar la honra o el amor, o las dos cosas, las lleva lejos de sus casas. Una vez lejos de su papel tradicional recuperan la fuerza gracias a sus acciones y regresan transformadas, con ganas de seguir reafirmadas a través del diálogo con su entorno, poniendo en entredicho el concepto tradicional de autoridad. ¡Qué extraña lección hoy en que nos reconocemos públicamente faltos de palabras eficaces, como las que albergan, una a una, y todas, en su conjunto, las chicas de Cervantes!

DOROTEA

Hija de labradores andaluces acomodados, capacitada para administrar la hacienda, sensual, tocadora del arpa, ocupa mayor espacio que las demás. Desdichada en amores por la traición de un don Fernando huido, a quien va a buscar por Sierra Morena, siente un amor con carga de esperanza y de angustia que no resta nada a su sentido de la razón. Blanca de piel, largos cabellos, hermosas piernas y pies desnudos que lava junto al agua del río disfrazada de muchacho con monterilla que le recoge el pelo, es descubierta como un ángel por el Cura, el Barbero, Cardenio y, después, don Quijote. Buena intérprete, disfruta en la ficción tomándole cariñosamente el pelo a don Quijote al fingirse la princesa Micomicona. Consigue que el viejo hidalgo, embobado por su belleza, pase a segundo plano a Dulcinea.

ZORAIDA

Llamada Rosa de pasión por Concha Espina, quien la destaca por su belleza. Es hija del poderoso argelino Agi Morato, enamorada de un cautivo cristiano que relata su historia en la venta en presencia de Luscinda y Dorotea, fascinadas ante la cultura, refinamiento y el asentimiento silencioso de ella. La historia remite al episodio real protagonizado entre la hija de un potentado árabe y un cristiano durante el cautiverio en Argel de Cervantes. Ella surge en el relato ricamente vestida y enjoyada, en el lugar de reclusión de los cautivos a quienes ayuda a fugarse en una barca contraviniendo la autoridad paterna. Su objetivo: encontrar a la Virgen, Lela Marién, convertirse al cristianismo bajo su nuevo nombre de María, y desposarse con el cristiano. Representa la libertad individual frente a la norma de la sociedad a la que pertenece.

MARCELA

La Guerrera. Huérfana de padre y madre, jovencísima pastora refinada, sabe leer y escribir y se nos aparece retirada a la contemplación en la Sierra junto a las cumbres, los ríos y los árboles. Rodeada de acosadores pretendientes que se disfrazan de pastores para poder ser aceptados, es considerada «protofeminista» al defender la libertad por encima de todo («Yo nací libre») y rechazar a Grisóstomo, que muere por su amor. No obstante, Marcela reclama la soledad de los campos en el capítulo más solemne del Quijote. Denuncia el acoso al que son, gran parte de las veces, sometidas las mujeres y es la figura que reta con mayor potencia al patriarcado. Quienes escuchan su razonamiento quedan admirados por su inteligencia, y, ante el intento de culparla de la muerte de Grisóstomo, don Quijote la defiende con contundencia.

ALDONZA/DULCINEA

Dos nombres de un mismo personaje que representan la realidad y la imaginación encarnadas en una mujer del Toboso. Hija de Lorenzo Corchuelo y Aldonza Nogales, analfabeta, sensata, atrevida, de complexión fuerte y bromista. La ficción cervantina engendra sobre ese modelo realista el opuesto de Dulcinea, amada intangible «de hermosura sobrehumana» que representa el ideal platónico y apenas tiene voz. Por ella vive el caballero andante. Contra este ideal de mujer llena de virtudes que representa los sueños del Quijote hablarán otros personajes, del incrédulo Sancho a las mozas burlonas del Palacio Ducal. Don Quijote se mantiene en sus trece: son los malos encantadores, al acecho, quienes han convertido a su princesa en villana.
Artículo actualizado el 23 abril, 2016 | 10:35 h

Cabalgatas de Madrid con reinas magas

Cabalgatas de Madrid con reinas magas

El PP reprochó este martes al Gobierno municipal de Madrid la organización de dos cabalgatas, en los distrito de San Blas-Canillejas y Puente de Vallecas,  en las que una Reina sustituirá a alguno de los Reyes Magos, una iniciativa que a juicio de la concejala popular Isabel Rosell supone emplear las políticas de género para disfrazar el “sectarismo y la falta de sentido común”.

Durante el pleno municipal, la concejala presidenta del distrito de Blas-Canillejas, Marta Gómez, de Ahora Madrid,  explicó ayer que la comisión que prepara la cabalgata en la zona ha decidido, sin su intervención y por votación, que o bien Melchor o bien Gaspar sea sustituido este año por una Reina.

La cabalgata de Puente de Vallecas tiene un presupuesto de 31.000 euros, que son sufragados por el Ayuntamiento de Madrid. 

Gómez considera que no supone “ningún problema”, aunque admite que no sabe “cómo se lo tomarán los niños”. La edil admitió que es una medida adoptada por un distrito "muy reivindicativo" en el que las asociaciones trabajan mucho el tema de género. El PP volvió a acusar a Ahora Madrid de suprimir de las fiestas “todo aquello que sea sentimiento religioso”.

La joven india cuya violación cambió un país

La joven india cuya violación cambió un país

Por Moni Basu

(CNN) — Mathura tenía 14 años, tal vez 16, cuando la violaron. Era 1972 y yo tenía nueve. La India en la que ella era joven fue la misma en la que yo lo fui, con la única excepción de las condiciones de pobreza extrema en las que vivió.

Ella era huérfana y su pobreza la obligaba a aceptar cualquier trabajo para comer, como recolectar estiércol de vaca con sus propias manos, para luego dejarlo secar y venderlo como combustible. Para mí, vidas como la de ella eran comunes, estaba acostumbrada a ver a las mujeres en Kolkata, mi ciudad, a hacer lo mismo. Nunca me imaginé que mis manos tocaran la materia fecal de un animal.

Sin embargo, las violaciones no conoce de límites de clase y cultura. Luego de que esto le pasara, parecía que ella tenía una letra escarlata en el pecho, así era el estigma de una mujer violada en India. Mathura fue valiente e hizo lo que pocas mujeres hacían en aquella época: llevar su caso ante la justicia. Pero la suprema corte de la región no le creyó, la justicia negó la culpabilidad de sus atacantes, dos policías, y los dejó en libertad.

Su caso fue monumental, legal y socialmente. Por primera vez se desataron protestas por violación en el país, las mismas que lograron que se reformaran las leyes de acoso sexual. Se inició un movimiento feminista, que promovía acciones para empoderar a la mujer. La gente comenzó a ver la violencia de género como lo que es: un acto brutal de poder.

Yo leí del caso por primera vez mientras trabajaba como periodista en Estados Unidos y entonces me interesé por los derechos de las mujeres en el mundo. Aunque la corte se negó a creer que Mathura había sido violada, los acontecimientos estaban de su lado.

Su caso se convirtió para mí en el prisma desde donde podría observar mi lugar natal y su desarrollo en las últimas cuatro décadas. Hace menos de un año, otro caso levantó una ola de indignación en el país. Miles de personas marcharon por las calles luego de que un grupo de hombres violara a una mujer en un autobús. La historia terminó en la muerte de la joven.

Un titular del diario indio Hindustan Times llamó mi atención. La columna hacía referencia y lamentaba cómo la actitud de los hombres no había cambiado desde 1972. Incluso algunos reportes indicaban el alza en violaciones desde hace 41 años.

Nadie parecía saber qué le había pasado a la víctima, a la adolescente cuyo nombre saltaba en todos lados: Mathura. ¿Seguía viva? Esa curiosidad me llevó a iniciar mi búsqueda de la mujer que inocentemente había salido de su casa con rumbo a una estación de policía y había regresado como víctima de abuso sexual. Quería encontrarla por muchas razones, creo que muy dentro de mí, me sentía identificada.

Quería aprender sobre India, sobre cómo su sociedad lidiaba con la violación, y cómo Mathura había influido en ello.

Yo sabía lo devastador que podía ser una violación, y me pregunté cómo había afrontado ella su vida, atrapada por la pobreza, el analfabetismo y el patriarcado. ¿Había encontrado el amor? ¿Era madre? ¿Se sentía feliz?

En mi búsqueda, pregunté a abogados, periodistas y activistas. “Nunca la vas a encontrar”, me dijeron en varias ocasiones.

Conociendo a Mathura

Luego de mucho tiempo y de varias entrevistas, hallé a Mathura en Nawargaon. Cuando la ví, lo primero que hice fue explicar quién era yo y por qué estaba ahí. Le conté que la había estado buscando durante mucho tiempo y que había viajado más de 14.000 kilómetros.

Mathura me contó que vivía en ese pueblo desde que se casó con Attaram y que tiene dos hijos. "¿Por qué has venido a verme?", me preguntó. “Nadie ha venido a verme en todos estos años. Nadie vino a ayudarme”, dijo. En respuesta le pregunté que si había escuchado de Nribhaya, la joven que fue violada por un grupo de hombres en Delhi.

Ella asintió y yo le pregunté: “¿Sabías que tu nombre apareció nuevamente en los periódicos que reportaron el caso?" Respondió que no. "¿Qué decían?", me preguntó.

Le contesté con una explicación sobre la importancia de su caso. Cuando empezaba a recordar su historia, su hijo mayor, Papu Attaram, de 25 años, entró y dijo en representación de su madre: “No estamos interesados en nada que usted tenga que decir”. Ellos conocen la cruel historia de su madre, pero no todos los que lo conocen la saben. Me pregunto si hubieran estado más dispuestos a hablar conmigo si su identidad no hubiera sido revelada hace tantos años.

“He tratado de olvidarlo”, dijo Mathura. “He tratado mucho de comenzar mi vida de nuevo. No tengo otra alternativa”, agregó. Quiero decirle que yo sé lo que siente. Ella tenía entre 14 y 16 años cuando la violaron, yo tenía 18

- ¿Por qué Mathura se hizo famosa en La India a los 16 años?

- ¿Cómo había sido su vida hasta ese momento?

- ¿En qué se diferenció el caso de Mathura de los demás?

- ¿Qué ocurrió hace un par de años en La India que volvió a poner de nuevo su nombre de actualidad?

- ¿Cómo se describe la situación de acoso sexual en La India?

- ¿Por qué la periodista tenía tantas ganas de conocer a Mathura?

- ¿Cuál es su situación actual? ¿Qué piensa su familia?

Caddy habla

Caddy habla

La República Democrática del Congo está considerada por la ONU como el peor lugar del mundo donde puede nacer una mujer

Almudena Grandes 1 NOV 2015

Es una mujer joven, una mujer guapa, una mujer elegante. Lleva un vestido largo de un tejido espectacular, estampado en colores muy vivos, y uno de esos maravillosos turbantes que sólo las africanas son capaces de hacer enrollando una tela alrededor de su cabeza.

Esta mujer joven, guapa y elegante se acerca al micrófono, sonríe, saluda al auditorio y habla en un francés pausado y preciso, mucho más fácil de entender que el sentido de las palabras que pronuncia.

Cuenta que su país, la República Democrática del Congo, está considerado por la ONU como el peor lugar del mundo donde puede nacer una mujer, el país donde una niña tendrá peores condiciones de vida y menos oportunidades para progresar. Explica que esta calificación está relacionada con la guerra que devasta a su país desde hace mucho tiempo, una guerra cuyas batallas se libran específicamente sobre el cuerpo de las mujeres. Las congoleñas están en el centro de la vida de las comunidades en los pueblos y aldeas donde habitan. Ellas son quienes cultivan los campos, quienes se ocupan del ganado, quienes venden las cosechas y manejan la economía de sus familias. Mientras los hombres no trabajan, u ocupan cualquier cargo administrativo al que ninguna mujer tiene acceso, ellas cuidan de las casas, de las tierras, de los hijos. Por eso destruir a las mujeres es el método más simple, más directo y eficaz, para destruir las comunidades a las que pertenecen.

Antes de seguir, advierte que para explicar las cosas bien va a tener que usar términos violentos, desagradables y sexualmente explícitos. No puede esquivarlos, porque el arma más utilizada en la guerra que padece su país es la violación, aunque ese término no se aplica en este contexto a una penetración sexual obtenida por la fuerza. Para que el auditorio lo entienda mejor, pone ejemplos. Los soldados entran en una casa y violan a mujeres y niñas penetrándolas con sus cuchillos o con las bayonetas de sus fusiles. Así, destrozan por dentro y por completo a cualquier mujer que encuentren en una casa, ya sea un bebé o una anciana. O encañonan al marido y le piden a uno de sus hijos que viole a su madre. Si se niega, matan a su padre. Luego a uno de sus hermanos. Después a otro, y a otro más, hasta acabar con todos. Ellos mismos hacen el trabajo con sus cuchillos y las abandonan en sus casas o las dejan tiradas por los caminos. Las que sobreviven, tienen que afrontar después el abandono de sus maridos, que las repudian, y el de sus familias, que se avergüenzan de ellas.

Esta guerra feroz y lejana, de la que tal vez ustedes ni siquiera hayan oído hablar, se ha recrudecido de manera extraordinaria durante los últimos años. A la violencia política, étnica, religiosa, se ha sumado ahora la competencia por el coltán, un mineral raro en todos los sentidos –porque sus reservas son escasas y porque su nombre apenas se había escuchado hasta ahora– que es esencial para fabricar los teléfonos móviles que todos usamos. La República Democrática del Congo es el país con mayores yacimientos de coltán del planeta, y las empresas de telefonía radicadas en los limpios, civilizados y democráticos países del mundo civilizado están dispuestas a conseguirlo a cualquier precio. Se pueden hacer smartphones sin coltán –de hecho, al menos una empresa española, BQ, los hace–, pero, por lo visto, para las grandes compañías, la guerra en el Congo resulta más competitiva que la innovación tecnológica.

La mujer joven, guapa y elegante que habla despacio, sin levantar la voz, sin gesticular, con la dignidad de quien no busca compasión, porque sólo cuenta la verdad, se llama Caddy Adzuba, tiene 34 años y es congoleña. No sólo nació en aquel país. Sigue viviendo en él pese a que ha recibido numerosas amenazas de muerte y ha sobrevivido a dos intentos de asesinato. “Mis amigos extranjeros no lo entienden”, explica sonriendo, “pero yo no hago falta aquí, sino allí”.

Caddy es una privilegiada porque tuvo la oportunidad de ir a la universidad en un país donde poquísimas mujeres llegan a recibir educación. Se licenció en Derecho, pero también se dedica al periodismo. Presenta y dirige un programa de radio donde presta su voz a quienes no la tienen, las mujeres de la República Democrática del Congo. Además, impulsa y colabora en diversos programas de recuperación de mujeres violadas, rotas, que tienen que volver a crearse a sí mismas por fuera y, sobre todo, por dentro.

Caddy viaja por el mundo, y da entrevistas, conferencias, habla.

Yo, que la he escuchado, nunca podré olvidarla.

- ¿Cómo describe la periodista a la mujer que protagoniza este artículo? ¿Cómo es? ¿A qué se dedica?

- ¿Qué es lo que ocurre en su país?

- ¿Por qué la violencia se centra contra las mujeres?

- ¿Por qué razón se ha visto agravada esta situación?

- ¿Qué hace Caddy para ayudar a su país?

Niñas kamlari, la vida después de la esclavitud

Niñas kamlari, la vida después de la esclavitud En Nepal, miles de menores han sido liberadas y han emprendido sus propios negocios, pero unas 300 continúan retenidas como sirvientas de familias poderosas

Patricia de Blas Gasca Katmandu 2 NOV 2015

“El día en que mis padres me vendieron a otra familia, no entendía lo que me estaba pasando”. Urmila Chuadhary recuerda vagamente la despedida; su madre lloraba y nadie respondía sus preguntas. Aún no había cumplido seis años cuando un influyente político de Katmandú la compró por 2.500 rupias nepalíes, poco más de 20 euros. Así se convirtió en una kamlari, una niña esclava, a cientos de kilómetros de su casa, privada de cualquier educación y expuesta a todo tipo de abusos. Fueron doce años de cautiverio, de los que apenas quedan marcas visibles. De vez en cuanto se acaricia una antigua quemadura en la mano, un castigo de agua hirviendo por olvidarse de comprar un paquete de tabaco. Aunque las peores cicatrices están debajo de la ropa. Y de la piel.

Bimala Chuadhary también fue una kamlari. Durante siete años, se encargó de limpiar la casa, lavar la ropa, segar los campos y cuidar de los bebés de un matrimonio acaudalado que pagaba 2.000 rupias anuales por sus servicios. Se levantaba a las cuatro de la mañana y trabajaba hasta bien entrada la noche, cuando aún no era más alta que su escoba. No recuerda haber jugado nunca con otros niños.

Ninguna de las dos guarda rencor a su familia. “No teníamos tierras y era difícil alimentar a todos mis hermanos. Éramos veinte en casa y apenas teníamos ingresos antes de que yo me marchase. Además, cuando vinieron a buscarme le prometieron a mi padre que me darían una buena educación y no me faltaría de nada; tendría comida, ropa nueva y mi propia cama”, explica Bimala, y se ríe por no llorar. Cuando el hermano mayor de Urmila tuvo que venderla para cubrir los gastos médicos de su padre, ingresado con una enfermedad grave en el hospital, escuchó las mismas mentiras. Estarían mejor con ellos; eso querían creer.

Como ellas, miles de niñas han sido víctimas de este sistema moderno de esclavitud, que se originó en los años cincuenta del siglo pasado, en el suroeste del país. La etnia tharu había habitado durante cientos de años esta región, aprovechándose de su resistencia genética a la malaria para sobrevivir en una de las zonas más fértiles. Sin embargo, cuando los avances médicos empezaron a reducir la incidencia de esta enfermedad, otras tribus ocuparon esas tierras y obligaron a los tharu a trabajar para ellos a cambio de una pequeña parte de la cosecha. La pobreza fue creciendo entre estas familias, que se vieron forzadas a entregar a sus hijas para subsistir. Fue el inicio de una tradición, heredada durante generaciones y permitida legalmente hasta hace unos años.

Aunque existían otras leyes para la protección de la infancia, el sistema kamlari no fue abolido oficialmente hasta julio de 2013. Gracias a la presión de varias ONG y de las propias jóvenes que habían logrado escapar de los terratenientes, el Gobierno nepalí se comprometió finalmente a colaborar en el rescate de todas las niñas cautivas y a emprender acciones judiciales contra cualquier cómplice del tráfico de menores. Sin embargo, muy pocos se han enfrentado a multas por este delito y alrededor de 300 kamlari permanecen todavía presas.

“¿De verdad crees que van a perseguir y castigar a oficiales de policía, grandes empresarios y cargos políticos? Son ellos, los más poderosos, los que todavía esconden niñas en sus casas”, cuenta Man Bahadur Chhetri, coordinador del programa de apoyo a las kamlari de Nepal Youth Foundation (NYF). Esta organización fue pionera en la lucha contra la esclavitud infantil y en los últimos quince años ha participado en la liberación de más de 12.000 niñas, que han accedido a becas para retomar sus estudios y formarse en diversos ámbitos profesionales.
De sirvientas a líderes en emprendimiento

Bimala ha recibido un crédito de 13.000 rupias para abrir una tienda de ultramarinos junto a su familia, mientras se prepara para estudiar Ciencias Empresariales. Por su parte, Urmila va a matricularse en Derecho para ser abogada. En su comunidad, y en muchas otras, se han creado cooperativas solidarias con el apoyo de NYF, que han permitido a cientos de jóvenes dejar atrás una vida de servidumbre y convertirse en emprendedoras. Gracias a este sistema, Mina ha abierto un salón de belleza y Dilkumari ha creado una escuela de costura en Banke, uno de los distritos donde más niñas se han convertido en kamlaris. Y no muy lejos de allí, Kamala presume de ser, probablemente, la única mujer que dirige un taller de motos en Nepal.

En 2010, decenas de jóvenes que habían sido rescatadas fundaron el Foro para el Desarrollo de las Kamarli Libres, del que ahora forman parte 1.375 mujeres. Son ellas las que gestionan la mayor parte de las cooperativas, y organizan grupos de apoyo con orientadores y psicólogos que les ayudan a superar los traumas de su infancia e integrarse de nuevo en su comunidad de origen. Algunas habían pasado tantos años lejos de casa que apenas recordaban a sus padres, e incluso eran incapaces de hablar el dialecto de su familia.

No obstante, el objetivo prioritario del Foro es colaborar con el Gobierno y las fuerzas policiales para rescatar a las niñas que continúan esclavizadas y concienciar a la sociedad nepalí sobre los perjuicios de este sistema. “Mi abuela y mi madre fueron kamlari antes que yo. Pero ahora he convencido a mi familia para que nunca más vuelvan a vender a una hija”, explica Urmila.

En NYF están seguros de que esta práctica se habrá erradicado en menos de una década. “Hemos conseguido un cambio de mentalidad. Antes los hombres presumían de tener una o dos esclavas, pero ahora las esconden porque saben que no está bien. Creemos que no habrá nuevas kamlari y que liberarán a las que siguen ocultas en cuanto se hagan mayores”, afirma Bahadur Chhetri.

Ni las ONG ni el Gobierno saben con exactitud cuántas niñas continúan en esta situación, ya que las familias que las retienen cuentan con el poder suficiente para callar todas las bocas de su entorno. A muchas de ellas se les ha perdido la pista, porque han sido vendidas sucesivamente de unas familias a otras, las han obligado a casarse o incluso se las han entregado a mafias de otros países, sobre todo la India, donde serán aún más vulnerables.

El próximo mes de enero se celebrará en el oeste de Nepal el festival Maghe Sankranti, un evento que tradicionalmente ha sido el escenario idóneo para la compraventa de kamlari. “Los hombres venían de todo el país para elegir una niña que se ajustase al tipo de trabajo que requerían. Para cuidar bebés, se llevaban a las de cinco o seis años. Para trabajar en el campo, las preferían más fuertes, a partir de trece. Seleccionaban y regateaban, como quien va al mercado a por verdura”, asegura Bahadur Chhetri. En los últimos años, la Policía se ha mantenido alerta durante este festival para evitar el tráfico de niñas. Y lo han conseguido; al menos, en teoría.

Pero las kamlari son solo la expresión más brutal de un problema que todavía está lejos de desaparecer en Nepal. Según UNICEF, uno de cada tres niños se ve obligado a trabajar, la mayor parte en zonas rurales. De todos los países para los que existen estadísticas, solo cinco, todos ellos africanos, tienen una tasa de explotación infantil superior a la de Nepal: Somalia, Camerún, Zambia, Burkina Faso y Guinea-Bissau. Además, este problema afecta más gravemente a las niñas. Un 38% de las menores sufre algún tipo de explotación, frente al 30% de los chicos.

La principal causa de esta elevada tasa de trabajo infantil en Nepal, según la Organización Internacional del Trabajo, es la extrema pobreza, en un país en el que el crecimiento económico no ha alcanzado a las clases más bajas. Y a su vez, la explotación de los niños contribuye a incrementar esa pobreza. “Nepal está atrapado en un círculo vicioso”, señala la OIT en el primer estudio de esta problemática, “y la forma de combatir ambos problemas es la educación”.

“Si se soluciona la pobreza, la necesidad del trabajo infantil desaparecerá automáticamente. El desarrollo del país se está viendo frenado por la explotación de los niños, que crecen analfabetos porque han estado trabajando en lugar de ir a la escuela. El ciclo se realimenta y la necesidad del trabajo infantil se renueva generación tras generación”, continúa el informe. Para romper el círculo, propone que el Gobierno incentive a las familias a llevar a sus hijos al colegio, ofreciéndoles una ayuda económica por cada niño matriculado.

Afortunadamente, la tasa de escolarización continúa creciendo. Urmila ya no tiene que mirar a escondidas los deberes de otros niños para seguir aprendiendo y, cuando tenga hijos, hará todo lo posible por darles una buena educación. Mientras tanto, sus esfuerzos siguen centrados en las niñas que siguen presas, sin poder ir al colegio. En la última misión de rescate, liberaron a una docena de kamlari que la Policía había localizado. ¿Cómo? Llamando a la puerta de los captores y apelando a su humanidad: “Por favor, no le hagas lo que me hicieron a mí”.

Juana la Nieve, reina de Vejer

Juana la Nieve, reina de Vejer Juana Sánchez Serván, Juana la Nieve (Vejer, 1928) Nací en la misma casa en la que he vivido siempre. Mi padre se cayó una mañana de invierno en el campo y se quedó helado, enfermó y murió. Se quedó en la nieve decía la gente. Por eso me llaman Juana la Nieve. Con diez años ya trabajaba: limpiaba calles y encalaba. Me casé con 18 años. Tuve 14 hijos. Con uno muy pequeño y embarazada, bajaba al río Barbate a lavar ropa por dos duros.

El padre de Juana Sánchez Serván cuidaba los caballos del señorito, dice su hija, y una de sus tareas consistía en acarrear paja, ocuparse de que no les faltase alimento a los animales. Un día acudió al campo a buscar paja, como en otras ocasiones. El hombre partió de Vejer muy temprano. Era invierno y los campos los cubría un manto blanco, una capa de hielo. Parecía que había nevado. Aquella mañana, el padre de Juana tuvo la mala suerte de caerse y se quedó un tiempo por allí tirado, pasando frío. Se quedó helado. El hombre enfermó y murió. Y la gente de Vejer comenzó a referirse a él como Miguel el de la nieve. Miguel se ha quedado en la nieve, decían. Así nació el apodo por el que fueron conocidos a partir de entonces los hijos de ese hombre que murió a causa del frío, del hielo, de la nieve. De ese modo pasó Juana, la más pequeña de ocho hermanos, a ser en su pueblo Juana la Nieve.

Juana, que nació en 1928, es un personaje popular en Vejer. Pregunte usted a cualquiera dónde vive Juana la Nieve y se lo indicarán, termina por decir su hija Magdalena para resumir las indicaciones sobre cómo encontrar la casa.

Efectivamente. En la plaza de la Paz, preguntamos a un hombre y, muy amable, nos acompaña hasta una cancela que da paso a un patio florido, a la casa en la que nació, se crió y sigue viviendo Juana, la hija de Miguel el de la nieve.

El entorno de la casa ha cambiado mucho desde que Juana era una niña que jugaba junto al barranco que se abría entonces allí mismo. Se entretenían los chiquillos con el escondite, con la comba. Jugaban a la china, al diábolo. Y también con dos piedras y una tabla. Construían una especie de puente con la tabla; le tiraban piedras y quien acertaba, quien le daba a la tabla y la tiraba, ganaba. Pero aunque Juana tenía ocho hermanos y ella era la más chica, los juegos venían después del trabajo.

Con diez años, ya manejaba la escoba. "Anda, Juana, bárreme la calle, me decían". La llamaban para limpiar en las casas. Y para encalar, por la mañana muy temprano. De modo que la niñez de Juana es un tiempo de juegos y trabajo, un mundo en el que no había lugar para otras tareas. "No fui a la escuela. No aprendí a leer ni a escribir. No quería. Tenía que trabajar".

Por esa época, cuando ella era una niña, sufrió su padre un accidente que lo marcó para el resto de su vida. Un día, el señorito le dijo: Sánchez, deme usted la escopeta. El padre de Juana se acercó al caballo y agarró la escopeta con tan mala fortuna, que el arma se disparó. El tiro le dio en una pierna. Permaneció unos cuantos meses en el hospital, lo operaron, pero se quedó cojo. "El señorito no le dijo que la escopeta estaba cargada", se lamenta Juana con un punto de resentimiento.

En su casa, acompañada por familiares, Juana hurga en la memoria en busca de otros episodios de su niñez y esa búsqueda la conduce a otros disparos, a imágenes de una violencia que se adueñó de su pueblo cuando ella tenía ocho años de edad. Un día iba Juana a por un mandado y una vecina la llamó: Juana, Juana, que vienen los moros. Vámonos, vámonos, le gritaba. "Me llevó a su casa. Luego, cuando ya pasó todo, me vine para la mía". Había comenzado la Guerra Civil. Juana evoca de esos primeros días escenas que le contaron y otras de las que ella fue testigo directo. "Mi padre se hizo el muerto. Había muchísimos muertos y él se manchó la ropa con sangre y se tumbó en el suelo junto a los cadáveres. Se llevaban en los camiones a los que detenían. Así se salvó. Luego les raparon el pelo a unas cuantas mujeres y las paseaban por Vejer, con un moñito. A una le mataron al marido, a otra igual. Los señoritos tiraban tiros desde los balcones y mataban al pobre que venía del campo. Pero hay Dios, porque todo el que hizo daño se ha muerto".

Cuando tenía 18 años, Juana se quedó embarazada. Su novio era un vecino de su misma edad. Ella le sacaba un mes. Se casaron. Pero en la iglesia entraron y salieron separados. Ella por una puerta, él por otra. "No quería que me viera nadie con la barriga". Eso sí: lo celebraron bien. Juana guisó una caldereta de atún e invitó a todos los hermanos. El marido de Juana trabajaba en el campo. Y ella, en todo lo que podía. Hasta de lavandera.

Iba a lavar ropa a La Barca, al río Barbate. Bajaba y subía por una vereda con la cesta cargada, "con la barriga y con un niño chico". Eran unos dos kilómetros y medio de camino por una cuesta empinada. La tarea se prolongaba desde por la mañana hasta la noche, y todo ese esfuerzo para conseguir dos duros. Juana sentaba al niño a su lado y lavaba ropa en el río.

Los niños llegaron uno tras otro, sin parar. Uno por año. Hasta catorce. "Cuando tenía un niño, en la Iglesia me daban una canastilla". El marido de Juana tuvo que irse a la mili cuando ya tenían dos hijas. Sirvió en Córdoba durante tres años. En Caballería. "Era cocinero. Nos traía tocino. Traía de todo". Cuando regresó de la mili, Juana se quedó embarazada de mellizos.

Pasaron los años y a Juana la contrató una empresa como limpiadora. Una contrata del Ayuntamiento. Se llevó dieciocho años trabajando ahí: limpiaba la plaza de abastos, el edificio del Ayuntamiento, el casino, el cine, la casa de la cultura. Juana ha limpiado todo Vejer. Un día, se resbaló, se cayó y se rompió el coxis. Estuvo ingresada en el hospital y entre una cosa y la otra, pues ya le dieron la jubilación. Pero como era culo de mal asiento, no dejó de trabajar cuando podía. Por ejemplo, en el bar El Ratito. Hasta con ochenta años se escapaba a echar unas horas, a fregar platos, a escondidas de sus hijas. Que no te hace falta, le decían ellas. Pero no la convencían. A ella le gustaba trabajar, y era muy activa. No podía estar quieta.

En ese ajetreo iban incluidas la atención a las vecinas y la asistencia a misas de difuntos y entierros. Juana siempre ha estado pendiente de la gente, acudía presta a visitar y a ayudar a cualquier vecina que se había puesto enferma. O a la que se ponía de parto. O a la que había parido, para echarle una mano. Cuando se moría alguien en el pueblo, allá que iba también Juana. Aunque no supiese quién había fallecido. Ella acudía y ayudaba a amortajar el difunto. No le daba miedo ninguno.

Tampoco ha dejado de lado a la familia. Hace años, una hermana de Juana se quedó viuda. Era ciega. Juana se hizo cargo de ella, la acogió en su casa y la cuidó. Durante doce años.

Ella también se quedó viuda. Su marido murió con 59 años de edad. Era un hombre que estaba enfermo habitualmente. De ahí que Juana tuviese que luchar tanto para sacar a sus hijos adelante. Allí donde podía ganar un duro, allí acudía ella. Incluso en épocas de escasez, ella conseguía comida para todos. "Yo he pasado mucho...".

Los hijos bromean con ella y le dicen que la van a mandar "a Juan y Medio", a ver si le sale marido. Se niega a ir. "Con lo que yo sufrí con el mío..." Una vez fue a una excursión a Galicia y sí que le salió un novio. El pretendiente le explicó que tenía diez hijos, mucho dinero y unas cuantas casas. No era un mal partido precisamente. Pero Juana lo rechazó, le dio calabazas. Le dijo que ella no quería nada: "Te quedas con todo".

Tanto trabajo y tanta actividad pueden transmitir una idea equivocada acerca del talante de Juana. Lo cierto es que ella es conocida en Vejer no sólo por su laboriosidad sino porque era la primera que se disfrazaba en Carnaval. Juana la Nieve se ha vestido "de Los Morancos, de la reina de Inglaterra, de la duquesa de Alba". En otra ocasión, Juana se disfrazó de billete de mil pesetas: confeccionó un traje con fotocopias de billetes.

Siempre dispuesta a participar en las celebraciones, queda para la crónica social de Vejer que una vez vistió sus mejores galas y se fue al Ayuntamiento con intención de acompañar a la Corporación a la boda de la hija de los Reyes en Sevilla. Con su pamela y todo. Al fin y al cabo, como anota un hijo, "en el pueblo ha vivido ella como una reina" y no quería perderse el acontecimiento.

Hace unos cinco años, Juana sufrió un ictus. Pasó muchísima gente por su casa a visitarla. La recuperación fue lenta pero se encuentra bastante mejor de lo que nadie hubiese pronosticado en aquel momento. "Ha muerto desde entonces un montón de gente. Menos yo", dice Juana con sorna. Ahora, sus hijos acuden a verla a diario. A comprobar que, como siempre fue, su madre está alegre. Con una excepción: únicamente cambia la cara cuando alguno de ellos falla un día.

Pero como eso sucede pocas veces, Juana la Nieve mantiene intacto su buen humor y bromea hasta sobre su propio entierro. Ha ido a tantos, que le fastidia tener que perderse el suyo. "El día que me muera yo, me gustaría salirme de la caja. Para ver a la gente que está allí", comenta Juana. Una hija intenta disuadirla. "Nada de eso. Ese día tú te quedas donde estás. Porque si no, se va a ir la gente y nos vamos a quedar solos".

Malala Yousafzai: "Sobreviví a la bala por una razón: pelear por la educación"

Malala Yousafzai: "Sobreviví a la bala por una razón: pelear por la educación" Símbolo de la lucha pacífica por la enseñanza infantil en todo el mundo. La cita es en Londres, donde habla del estreno del nuevo documental sobre su vida y su causa: ‘Él me llamó Malala’

Martyn Palmer y Mar Moreno (Coordinación) 04 de octubre de 2015

Ríe. Y en ese gesto tímido, ahora que ha cumplido 18 años, está la niña que juega a ganarle pulsos a sus hermanos, busca vídeos de los Minions en el iPad o bromea con las fotos de Roger Federer que más le gustan. Malala, nacida en una aldea de Pakistán, el segundo país con el peor índice de escolaridad del mundo, está hecha a su nueva vida en Birmingham. Desde allí, durante el último año, ha viajado a Nigeria para hablar con el expresidente Goodluck Jonathan sobre las niñas que fueron raptadas por el grupo yijadista Boko Haram en 2014; a EEUU para exigirle a los congresistas que invirtieran en formación; y a Noruega, donde conoció al primer ministro afgano y le recordó que había prometido destinar el 4% del presupuesto a la recuperación de escuelas. Los rasgos y cicatrices de su cara, cruzada por una bala talibán hace tres años cuando volvía a casa en el autobús escolar, se han agravado en cierta manera. No ha cambiado su pelea: educación para todos los niños, incluidas las niñas. Contesta a estas preguntas en Londres, donde se presenta el documental Él me llamó Malala (estreno en España el 6 de noviembre). Un inspirador homenaje a la vida y el trabajo de esta tenaz muchacha, y a la firmeza del singular revolucionario que las inspiró, su padre.

¿Cree que esta cinta refleja su vida real?

Sí. Cuando la vi comprobé que Davis [Guggenheim, guionista y director] había contado nuestra historia familiar con mucha fuerza.

¿Y qué sintió cuando la vio por primera vez?

Me emocionó poder entrar en las vidas de mis padres antes de que fueran mis padres; ver cómo enfrentaron situaciones difíciles o cómo mi madre dejó de ir al colegio y a nadie le importó. Y luego comenzó mi vida, tan cerca de la escuela. No hay nadie contando nuestra historia, somos nosotros mismos, y eso es lo bonito. Emocionante, pero no tan agradable, es cuando mi hermano dice que no apoya cosas que yo defiendo [ríe].

¿Qué la llevó a abrir las puertas de su vida personal, privada?

Que los productores mostraron pasión por la educación y el objetivo era que la película inspirase a los espectadores. Que no es la historia de una niña, sino de millones de niños y millones de familias.

¿Se le hizo difícil verse en la pantalla?

No puedo verme en las entrevistas, se me hace extremadamente difícil. No puedo ni oír mi voz.

Pues no parecía nerviosa durante su discurso en las Naciones Unidas, por poner un ejemplo.

Me lo tomo con seriedad, y siempre me digo: «éste es el momento en el que tú le dices al mundo lo que piensas». Allí no sentí que le hablaba a las 400 personas que tenía enfrente, sino a todos los niños privados de una buena educación. A los padres, a los profesores, a todos. si mi vocabulario no es perfecto, no me importa. Hablo con el corazón.

¿Ha resultado duro acomodarse a un nuevo país, Reino Unido?

Acostumbrarse a otra cultura fue difícil al principio. Tener un nuevo método de enseñanza, otras amistades... Hemos hecho muchísimos amigos y me siento toda una brummie [nativa de Birmingham].

¿Es cierto que es futbolera?

Mis hermanos son auténticos fanáticos. Yo realmente no entiendo mucho de fútbol, solo que hay que tener cuidado al decir cuál es tu equipo, y cuando estás en Midlands Occidentales no debes ni mencionar al Manchester United [ríe].

Ha obtenido un sobresaliente en el Certificado General de Educación Secundaria: el paso a la universidad. ¿Eso podría suponer un freno en su activismo con la fundación?

Un poco. Durante este curso tuve tanto trabajo en la fundación que perdí muchos días de clase y eso me retrasó con mis lecciones. Esta experiencia fue difícil, y tomé la decisión de no trabajar mientras tenga exámenes. La educación es importante para todos, incluyéndome a mí.

¿Piensa a menudo en aquella bala en su cabeza?

Antes del disparo me daba un poco de miedo pensar qué pasaría si alguien viniera a por mí y me secuestrara, si un talibán me detuviera. Era una idea recurrente. Hoy creo que sobreviví por una razón: continuar con esta pelea por la educación. No puedo ni pensar que una bala pasó cerca de mi cerebro. Pero estoy viva y puedo hablar, caminar y vivir como una persona normal. Yo he elegido esta vida.

¿Es optimista? ¿Cree que el trabajo por la igualdad educativa para las niñas en todo el mundo saldrá victorioso?

Yo soy muy positiva. Lo que no quita que las tomas de decisiones me las tome con calma. Siempre pienso que existe la esperanza de que habrá un cambio. ¿Pero cuánto tendremos que esperar para que los líderes del mundo le den importancia? ¿30, 50, 100 años? El momento de hablarlo es ahora. Si nos quedamos callados, esos líderes del mundo, cuyos hijos están matriculados en escuelas y universidades excelentes, no dedicarán un minuto a preocuparse por la educación de los demás. Hay que mantener la educación en el enfoque principal.

Acaba de cumplir 18 años y en el documental no se ve que disponga de mucho tiempo libre. ¿El ocio no está en su agenda?

Claro que sí. No tengo límites cuando se trata de diversión [ríe]. Me encanta pasar tiempo con mis amigos, jugar, pelear con mis hermanos. Tengo que decir que esto último es realmente muy divertido. Al mayor le gano siempre con las tres primeras palabras, no pelea tanto; pero el menor, aunque tenga 11 años, es muy listo y discute mucho.

Hemos hablado con su padre, y afirma que de niña, con unos tres años, ya tenían conversaciones muy largas. ¿Se acuerda de ellas?

Algunas. Y de nuestra casa, que estaba cerca de una escuela. También recuerdo ir a la escuela, aun cuando no debía ir. Tendría unos cuatro años. Siempre lloraba cuando iba tarde al colegio. Me preocupaba que mis profesores se enfadaran. Tengo 18 años, 15 vividos en Pakistán. Muchas cosas de mi infancia siguen en mi cabeza.

El documental refleja cómo ese amor por la escuela y la educación viene de cuando era niña. ¿Qué le influyó tanto?

Mi padre, que era el maestro. Para mí siempre ha sido un ejemplo, una inspiración. Me encantaban sus clases, cómo le hablaba a las mujeres de sus derechos, de la educación que tenían que recibir. Él siempre dice: «Podemos hacerlo, el cambio está por venir». También había otros maestros muy buenos en mi colegio. Algunas eran chicas jóvenes que daban discursos en la asamblea de las mañanas, y yo quería hacer lo mismo. Soñaba con ello. Luego me di cuenta de que podía lograrlo, aunque no tengo la potente voz de mi padre. En realidad, soy un poco tímida al hablar. No me acuerdo de esto, pero mis padres decían que cuando era muy pequeña, me encantaba hablarle a las clases vacías, como si estuviera dando un discurso. Está claro que, en mi mente, ¡era una profesora! [ríe].

Suele mostrarse audaz y calmada. Empezó a alzar su voz en público con tan solo 10 años. ¿Siempre ha sido así? Da la sensación de que, realmente, ha perdido el miedo.

Creo que tener miedo es normal en cualquier persona. Yo lo he tenido en muchos momentos de mi vida. Temía ir al colegio porque pensaba que alguien me tiraría ácido en la cara o que los terroristas me detendrían porque estaba haciendo algo en contra de lo que dictaban. Y el coraje me ayudaba a seguir adelante. Ese coraje me llegaba a través de la admiración que le tenía a mi padre, a su modo de proclamar la libertad de las mujeres. Y al ver cómo en mi comunidad de swat Valley no había paz. Me daba miedo el talibán que bombardeaba los colegios y la duda de si todo cambiaría algún día. Creo firmemente que hay una responsabilidad en decir lo que uno piensa, en actuar. Eso me da coraje. Ahora me intereso por las cosas, hago muchas preguntas y pienso antes de tomar decisiones. Aun con todo lo que veo cada día, confío en que las cosas cambiarán.

¿Entra en sus planes regresar a su casa, a Swat?

Estar lejos de tu país es muy duro. No nos mudamos por decisión propia. Todo el mundo ha sido muy acogedor y bueno, pero es difícil vivir en unas circunstancias que no han sido elegidas por ti. Nos emociona poder volver a Pakistán. Estoy segura de que después de estudiar voy a trabajar allí. Mi sueño, durante muchos años, es poder ayudar a mi país. Ojalá este trayecto me guíe a conseguirlo.

Seguro que añora una vida normal.

Ahora mismo siento que vivo dos vidas distintas. Soy la chica que pelea con sus hermanos en casa, va al colegio y hace los deberes. Y luego está la que trabaja para defender la educación. Parecen dos vidas, pero es una y trato de unirlas lo mejor posible. Me preparo para mis exámenes y para que el mundo escuche mi voz. Soy las dos.

¿Puede describir la sensación de recibir un Nobel de la Paz?

El Nobel de la Paz fue realmente especial. No lo esperaba para nada. Saber que a los 17 años, aun siendo una niña, lo recibes es mucho más que una sorpresa. Sentí un inmenso honor y me dio fortaleza para seguir peleando. Al final es una oportunidad de divulgar mi mensaje alrededor del mundo.

¿Dónde se imagina dentro de 10 años?

Espero haber terminado la universidad y estar haciendo una gran obra en Pakistán, ayudando a que muchos niños vayan al colegio. Tengo un compromiso grande con mi país. Me prometí a mí misma que ayudaría a conseguir que sea mejor, a obtener la paz y a asegurarme de que haya una educación de calidad. Es muy triste saber que en un lado del mundo hay exceso de tecnología y que en el otro hay niños que no tienen libros. Así que eso haré.

La mitad de las víctimas adolescentes no identifica la violencia machista

La mitad de las víctimas adolescentes no identifica la violencia machista Virginia López Enano Madrid 14 MAY 2015 EL PAÍS
El acoso a seis de cada 10 jóvenes se realiza través del móvil y las redes sociales
Una adolescente de 14 años se sincera por teléfono. “Soy su trapo, hace conmigo lo que quiere, soy su juguete.” Es la llamada de auxilio de una menor que no aguanta más los malos tratos de su pareja, una de las casi 2.000 llamadas que recibió la Fundación de Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo (ANAR) el año pasado. Durante el 2014 han advertido con "inquietud" la normalización de las conductas violentas en el entorno de los jóvenes y el importante papel de las nuevas tecnologías en este ámbito. Según un estudio de esta organización seis de cada 10 adolescentes víctimas de violencia de género sufrieron acoso a través del móvil y las redes sociales. Además, más de la mitad, un 51,1%, no era consciente de que estaba sufriendo violencia de género.

Las nuevas tecnologías juegan un papel muy importante en la violencia de género entre los adolescentes por las características propias de las relaciones sentimentales de este colectivo, asegura ANAR. "En estas relaciones no suele haber convivencia y la comunicación se da la gran parte del tiempo de forma no presencial", añade el informe. La violencia psicológica es la más frecuente en los casos analizados por la fundación, presente en el 95,7% de las llamadas atendidas.

Pero, además, preocupa la banalización de las conductas agresivas. "Hay muchos adolescentes que observan que las parejas en general discuten y tienen desacuerdos y desencuentros", contempla ANAR en el informe. Esta circunstancia, afirman, lleva a los adolescentes a suponer que la violencia es inevitable en las relaciones de pareja, hasta el punto de confundir el acoso y las agresiones como amor, preocupación e interés.

Esto hace que las víctimas no sientan la necesidad de pedir ayuda "hasta que la situación es insostenible" y que las adolescentes "no identifiquen" las conductas de abuso psicológico como, por ejemplo, el control del tiempo, del dinero, de la forma de vestir, de los proyectos o el chantaje. Según el estudio poco más de la mitad de las chicas que llamaron a la fundación en 2014, el 51,1%, no era consciente del estar siendo víctima de la violencia de género. Un porcentaje que se ha reducido levemente con respecto a 2013, año en el que la no conciencia del problema estaba presente en el 53,4% de las llamadas.

Sin embargo, resalta la fundación, el 46,4% de las adolescentes que parecen conscientes de su situación, a juicio del psicólogo orientador de ANAR, sí se reconocen a ellas mismas como víctimas e incluso están dispuestas a "dar algún paso para resolver su situación".

Además, el estudio también recoge las llamadas sobre violencia a menores en el entorno familiar. En este caso, matiza el texto, cuando es un adulto el que accede al servicio a pedir ayuda en el 68,6% de los casos es la propia madre de los niños implicados. "Madre que a su vez es la víctima directa de la violencia de género", concluye el informe. Para cualquier consulta los interesados pueden llamar al 900 20 20 10, el teléfono de ANAR de ayuda a niños y adolescentes es gratuito confidencial y anónimo.

Españolas que trabajan en Arabia Saudí: “Aquí necesitas un hombre”

Españolas que trabajan en Arabia Saudí: “Aquí necesitas un hombre” Ángeles Espinosa Riad 19 MAY 2015 EL PAÍS

“En este país necesitas un hombre”, resume Vega Gutiérrez, una de las ingenieras españolas que trabaja en la construcción del metro de Riad. “Este país” es Arabia Saudí, donde las mujeres tienen prohibido conducir, no pueden estudiar, viajar o someterse a una intervención médica sin el permiso del varón que tenga su tutela, y deben ocultar sus cuerpos bajo unas túnicas negras llamadas abayas. Pero ni esas restricciones, ni la mala imagen del Reino del Desierto, han desanimado a estas pioneras ante un reto profesional tan importante para ellas como para su anfitrión.

Gutiérrez se refiere a los problemas de movilidad como no poder coger el coche para ir a visitar otros puntos de la obra, hacer la compra semanal o acudir a un restaurante. Esta ingeniera de Caminos salmantina es la responsable de contrato de la línea 5, una de las tres constructoras del consorcio internacional liderado por la española FCC. Con la experiencia de 15 meses en Riad, admite que tiene la suerte de que su marido también trabaje en el mismo proyecto. Le da mayor independencia fuera del entorno laboral.
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“El conductor se ha convertido en mi sombra”, señala por su parte Berta Tapia, jefa del departamento de Topografía de la misma línea, cuyo marido e hijos se han quedado en Barcelona. “Pero no sólo es un problema de movilidad, si no tienes marido no puedes socializar con otros hombres o compañeros”, añade.

Las dificultades son a veces sutiles y, para mujeres acostumbradas a liderar equipos, resultan difíciles de encajar. Cuentan que a los compañeros saudíes les cuesta dirigirse a ellas y, cuando lo hacen, no les miran a la cara. “No tienen costumbre porque entre ellos [mujeres y hombres] no hablan, pero poco a poco se están habituando. También tú aprendes a no dar la mano a no ser que ellos te la ofrezcan primero”, apunta Almudena Álvarez, ingeniera de Caminos que dirige el departamento de diseño. “En su mentalidad no existimos, están aprendiendo”, añade.

Supera lo anecdótico. También afecta a la organización del trabajo. “No tienes la libertad que en otros países para convocar una reunión, pero son temas que se pueden salvar, haciéndolo a través de un compañero, por ejemplo”, reconoce Gutiérrez. “Hay que venir con una actitud diferente; eso mismo que en Madrid sería el fin del mundo, aquí soy consciente de donde estoy”.

Tampoco les pilló de sorpresa. Sabían que venían al país más conservador y misógino de Oriente Próximo. Intuían que las condiciones serían difíciles, pero pesó la oportunidad profesional. “Es un proyecto muy ambicioso, y en España en estos momentos no hay mucha obra civil”, coinciden.

Más complicado resulta dar órdenes o reprender a alguien cuando su trabajo no está a la altura. “Hay una parte cultural”, concede Álvarez. Esta viguesa, que llegó hace 10 meses desde Panamá, ya había notado allí la necesidad de tener más delicadeza para hacer las críticas. “Los españoles somos muy directos y eso se malinterpreta”, afirma. “Cuando vine, no podía salir a la obra, pero en mi trabajo si no veo…”, recuerda Tapia, la topógrafa. “No me pongo físicamente detrás de la máquina [el teodolito o estación total, con el que se hacen las mediciones], aunque de vez en cuando bajo a la tuneladora a echar un vistazo con discreción”, confía antes de recordar divertida que el primer día rompió la abaya porque se enganchó.

No obstante, se muestran convencidas de que al tratarse de occidentales, a los saudíes no les preocupa mientras vayan cubiertas y sean discretas. “Les causa más sorpresa que otra cosa”, asegura Vega.

También notan cierto esfuerzo por encajar este nuevo fenómeno de mujeres a pie de obra. En Arabia Saudí, ni siquiera pueden estudiar ingeniería. Unas pocas valientes lo han hecho fuera, pero o trabajan en Aramco (la compañía nacional de petróleo) o en tareas de oficina. Sólo en 2005 abrió la primera facultad de arquitectura en una universidad femenina.

Esa segregación absoluta a la que aspiran los más puritanos saudíes también crea oportunidades para las extranjeras. Tal es el caso de Sandra Yagüez, joven topógrafa en otra empresa de ingeniería que está rehabilitando y ampliando un campus. “Para el periodo de garantía de la obra, las mujeres, que van a ser las usuarias, no pueden comunicarse con los hombres que la están ejecutando; así que voy a ocuparme yo”, explica.

“Es una contradicción: no dejan que entren mujeres, pero las necesitan”, constata Yagüez, que tuvo que casarse antes de instalarse en Riad para poder vivir con su hasta entonces novio. En la obra tiene una oficina separada de sus compañeros, y al principio alguno se apartaba de su camino cuando se cruzaban. “Trabajo en la sombra”, admite. Aunque eso no le resta entusiasmo. “Te lo han pintado tan mal antes de venir, que una vez aquí no te parece tanto”, subraya.

Es la misma impresión a la que han llegado sus compañeras de FCC. “Al final, llevar la abaya es el mal menor, como un uniforme”, concluye Álvarez.

Feliz Día de la Mujer, hombres

Un anuncio uruguayo anima a los hombres a preocuparse por la igualdad
MARILUZ PEINADO
Este 8 de marzo, Laboratorio Urufarma, el mayor fabricante de anticonceptivos femeninos de Uruguay, quiso felicitar el día a los hombres. Es cierto que ese es el Día de la Mujer, pero los publicistas de la agencia Notable pensaron que era una buena fecha para celebrar “que los hombres pueden hacer lo mismo que las mujeres”: ser enfermeros, secretarios, pedir una ensalada, elegir de quién se enamoran y cambiar pañales, entre otras cosas. Todo un catálogo de cosas que se presuponen como algo femenino. Aunque muchos no lo entendieron, la clave de la campaña publicitaria está en la última frase del vídeo: “Felicidades. Se lo merecen. Nuestra lucha es para todos”.

La idea original había surgido un año antes, cuando la misma compañía y agencia organizaron otra campaña por el 8 de marzo y publicaron varios textos de mujeres uruguayas. Uno de ellos se lo encargaron a Stephanie Biscomb, periodista de formación, colaboradora de la revista MujerMujer y tuitera. “Este año me dijeron que querían usar mi texto para hacer un vídeo y me pareció muy bien. En 1 minuto no puede contarse lo mismo que en un artículo, pero creo que la idea es la misma”, explica Biscomb por teléfono desde Uruguay.

El vídeo, que este martes suma más de 170.000 reproducciones, ha salido de las fronteras uruguayas. “He recibido muchos comentarios sobre él. Me han llamado desde machista a feminazi. Creo que hay gente que no lo ha entendido y otra que, simplemente, no está de acuerdo, pero lo que quería transmitir es que los derechos que adquieren las mujeres no son solo para nosotras, sino para todos. Que los hombres deberían ser más conscientes de que ellos también ganan. Y que debería ser un día no solo de mujeres, sino un día para pensar en la igualdad”.

Stephanie Biscomb piensa que su país está viviendo un momento muy importante en cuanto a los derechos de las mujeres. Hace poco más de dos años que se despenalizó el aborto, un hecho casi excepcional en Latinoamérica. “Ahora mismo se está creando una conciencia sobre la violencia de género, que aquí aún seguimos llamando violencia doméstica y hasta hace poco le decíamos crímenes pasionales. En lo que va de año, en Uruguay han muerto 14 mujeres”, explica.

#piropossporquéno?, por Núria Ribó

#piropossporquéno?, por Núria Ribó A estas alturas, las mujeres sabemos responder ¡y respondemos!

Núria Ribó 22 de febrero de 2015

Voy a quedar fatal si digo que los piropos, en general, no me molestan. Me molesta la grosería y el acoso. Y contra esas situaciones sé defenderme. Soy políticamente incorrecta y lo asumo. Aunque después de dar un repaso a la hemeroteca me doy cuenta de que no soy tan incorrecta. Los tiempos han cambiado para mejor. Y las mujeres no reaccionamos como hace años ante los piropos. O nos reímos. O contestamos. ¡O los enviamos a parir panteras! Cosa que descoloca a muchos machitos. Tengo la impresión de que el piropo está de capa caída. Con los años ha ido perdiendo virulencia ese desparpajo machista que miles de mujeres soportaron. La mayoría de bocazas se han ido encogiendo a medida que las mujeres se han posicionado en todos los ámbitos sociales. Por eso me ha sorprendido que el debate sobre el piropo se abriera de nuevo. Y con una cierta intensidad, a juzgar por la repercusión en las redes de un vídeo realizado hace meses en Nueva York para denunciar el acoso callejero y apoyado por Hollaback, movimiento contra el acoso, presente en 25 países.

Su difusión ha devuelto a la actualidad el piropo cuando está en vías de extinción. En dos minutos el vídeo resume 10 horas de paseo por Manhattan de una actriz que, con cámara oculta, fue grabando lo que ocurría alrededor. En ese paseo, editado, supongo, con los comentarios más groseros, oímos: «¡Sonríe!». «¡Eh, guapa!, ¿no quieres hablar conmigo?», «Dios te bendiga, mami!». «¡Sexy!», etc.

Viví ocho años en Manhattan y comentarios parecidos los oí en más de una ocasión. Ese desparpajo tan americano, que no ofensivo, lo comprobé en hombres y mujeres, que con toda naturalidad y mientras esperaba en el semáforo podían decirme que les gustaba el vestido o los pendientes. Cada persona es libre de rechazar cualquier comentario que le dirijan, pero me sorprende que el tono light del documento haya reabierto el debate al que se han añadido las declaraciones de Ángeles Carmona, presidenta del Observatorio de la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial, quien califica el piropo de «una auténtica invasión de la intimidad de la mujer» que hay que erradicar. ¿Cómo? ¿Con campañas, prohibiciones?

Hoy, las mujeres no necesitamos la misma protección que hace 30 años, y con ello no quiero decir que no sea necesario seguir insistiendo en el campo de la educación y también a través de los contenidos en los media. Decía que he buceado en la hemeroteca y ya en 2008, cuando Ausonia hizo el primer estudio en España sobre el piropo, la verborrea machista estaba en decadencia. Ocho de cada diez mujeres opinaban que el piropo era una «manera simpática de expresar cariño y reconocimiento», teniendo en cuenta que el piropo preferido era «eres maravillosa», y que lo entendían en ambientes cercanos. A siete de cada diez mujeres les desagradaban los «subidos de tono». Expertos en políticas de igualdad lo calificaban de vestigio del pasado y coincidían en que la lenta transformación de los hábitos sociales lo llevaría a la desaparición.

Para rematar he hecho una encuesta casera entre amigas y en Facebook. A la gran mayoría no les molestan, siempre que no sean groseros. Al contrario, dicen que les divierten, y a veces, les suben los ánimos. Ellos y ellas creen que no es el qué, sino el cómo. Nada de prohibiciones y sí, mucha educación. A estas alturas las mujeres sabemos responder y respondemos. Esto no es Islandia, el mejor país del mundo para ser mujer y vivir en igualdad, según el informe del Fórum Económico Mundial 2013. Pero tampoco es Egipto, donde el 99% de ellas ha sufrido alguna vez acoso sexual.

De niños y hombres, por Ana Pastor

De niños y hombres, por Ana Pastor

«En el mundo de los niños, a las mujeres no se les pega», dice una campaña contra los malos tratos

 

El flequillo despeinado cae por un lado de la frente. Tiene unos impresionantes ojos verdes que se entrecierran cuando aparece la traviesa sonrisa. Se llama Dominico y tiene 8 años. Dice que de mayor quiere ser jugador de fútbol. Es uno de los cinco niños (no son actores) que ha participado en una campaña contra la violencia de género en Italia. Otro dice que quiere ser bombero. A todos les han presentado, por separado, a una niña, algo mayor que ellos, llamada Martina. Es muy alta, con una larga melena rubia y facciones angelicales. A todos les preguntan qué es lo que más les gusta al verla. Uno responde entre risas que los ojos, otro que el pelo. El tercero dice que le gustaría ser su novio y Dominico, que es muy linda.

A continuación, la voz de adulto, que escuchamos durante todo el vídeo, les pide que hagan una caricia a Martina. Unos pasan su mano por el brazo y otros rozan su mejilla. La tercera petición consiste en hacerle reír. Les piden que le pongan caras graciosas. Casi todos tiran de las clásicas muecas, de bocas deformadas con las manos, lengua fuera y orejas de soplillo. Ella ríe. La escena tiene lugar todo el tiempo en plena calle.

De repente el vídeo se va a negro y la voz de adulto le dice al primero de los niños con contundencia: «Ahora dale una bofetada». El primer niño mira al suelo mientras guarda las manos en los bolsillos del abrigo. El segundo mira fijamente con cara de asombro al adulto, al que no vemos porque está detrás de la cámara. La voz insiste: «¡Dale!». Y entonces vemos a otro chaval que menea la cabeza diciendo: «No». Detrás de él, todos los demás dicen lo mismo: «No». Uno tras otro. ¿Por qué?, les preguntan. «Porque no», contesta uno. «Porque no quiero hacerla daño», añade otro. Uno de ellos dice que no lo hace porque está en contra de la violencia.

Hace algo más de un año que el Gobierno del anterior primer ministro italiano puso en marcha una ley contra la violencia de género, la primera de este tipo en ese país. Llegó con polémica porque algunos senadores dijeron que no había urgencia para su aprobación. En ese año, 179 mujeres fueron asesinadas en Italia. Una mujer asesinada cada dos días. Son datos de Eures (Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales), que en su segundo informe sobre la violencia machista en Italia denuncia que los casos habían aumentado un 14 por ciento. Un tema no urgente, dijeron algunos políticos. En el cierre de la campaña mencionada (www.fanpage.it) aparecen de nuevo los niños protagonistas. Y debajo, una frase escrita con letras en blanco. «En el mundo de los niños, a las mujeres no se les pega». Es Italia, pero podría ser cualquier otro país, incluido el nuestro, donde en el año que acabamos de terminar fueron asesinadas 51 mujeres y donde 40 niños han quedado huérfanos por la misma razón. 

¿Dónde están las mujeres artistas?

¿Dónde están las mujeres artistas? Jemima Kirke (’Girls’) colabora con las Guerrilla Girls y la Tate Modern en un video que demuestra cómo los museos y los libros de Historia han olvidado (y arrinconado) la aportación femenina artística.

Noelia Ramírez

11 de febrero de 2014

"En el arte siempre ha habido mujeres, pero han sido los hombres los que han escrito los libros de Historia". La que habla es Jemima Kirke, a la que muchos conocerán por interpretar a Jessa Johansson en Girls. Ella, en realidad, no se cansa de repetir que no es una actriz profesional. Kirke se dedica a la pintura desde hace años y aparece en la serie de la HBO (emitida en España en Canal+) porque es amiga íntima de Lena Dunham desde que eran pequeñas. Conocemos a Jessa porque, básicamente, Dunham un día le dijo "No tienes por qué pintar, también puedes ser actriz". Listo. Ya podíamos visualizar a Jessa, esa rubia con acentro británico y "la cara de Brigitte Bardot con el culo de Rihanna".

Kirke se ha aliado ahora con las Guerrilla Girls y la Tate Modern para poner rostro a un video ilustrativo y documentado sobre cómo el arte ha arrinconado a las féminas durante toda su historia. El clip está disponible en el canal de YouTube de la galería londinense:Aunque seis minutos no dan para un tratado sobre este déficit de atención a las artistas, estos son algunos hechos que aprendemos de su visionado:

-El misterioso caso de Judith Leyster. Su pintura, muy similar a la del sí reconocido Frans Hals, no tuvo el mismo reconocimiento que la del pintor de la escuela barroca. Tan parecidos eran que hasta los libros de Historia atribuyeron cuatro de sus obras al neerlandés y en el Louvre se llegó a colgar uno de los cuadros de Leyster (Happy couple) asegurando que estaba pintado por Hals.

-Masculinizar mi nombre para entrar en el circuito: Tal y como relata Kirke, existen pintoras que solo usaban sus iniciales u otras que optaban directamente por cambiarse el nombre. Como el caso de la pintora expresionista Grace Hartigan (1922-2008), que firmaba al principio de su carrera como George Hartigan, por, tal y como ella mismo defendió "el miedo a que no se tomasen su trabajo demasiado en serio".

-Firmo con iniciales, no vayan a pensar que soy una mujer. Lee Krasner (1908-1984) fue una de las maestras del expresionismo abstracto estadounidense en la segunda mitad del siglo XX y es una de las pocas mujeres que ha conseguido una retrospectiva en el MoMA de Nueva York. La mayor parte de su obra la firmó con las iniciales L. K., quizá motivada por el influjo de su mentor, Hans Hoffman, que llegó a comentar que su trabajo "era tan bueno que nunca imaginarías que lo ha pintado una mujer" y que marcó profundamente su espíritu autocrítico. Krasner decidió firmar con L. K. también por otra razón: en 1945 se casó con Jackson Pollock y pasó a ser conocida popularmente como Miss Jackson Pollock, un sobrenombre que marcó su carrera y que rechazaba profundamente.

La vanguardia no será femenina (ni feminista): A la artista Margaret Harrison, fundadora del Women’s Liberation Art Group de Londres, la policía llegó a cerrarle una exposición en 1971 porque consideró "pornógrafica" su obra. Uno de sus dibujos mostraba a Hugh Hefner (creador de Playboy) como una conejita desnuda. Su caso es solo una muestra más de cómo en los 70, cuando las vanguardias eran más conservadores de lo que parecía y también ponían trabas a las artistas.

El video guionizado por las Guerrilla Girls podría tener muchos capítulos más. Por algo este colectivo artístico encargado de denunciar la discriminación sexual y racial en el arte, en el cine y la cultura lleva en activo más de tres décadas.

Desde 1985, estas mujeres que mantienen el anonimato bajo máscaras de gorilas y visten parte del uniforme de las Riot grrl (medias de rejilla y minifaldas) bajo sobrenombres de artistas ya fallecidas han conseguido infiltrar su discurso en los grandes museos. Tras empapelar Nueva York con carteles que denunciaban el escaso porcentaje de artistas femeninas en los centros artísticos (su poster más popular es el de ¿Tienen que desnudarse las mujeres para entrar al Metropolitan? –Menos del 3% de los artistas en el museo son mujeres, pero el 83% de los desnudos son femeninos–), este colectivo ha conseguido que su documental Guerrilla in our Midst (1992) se haya visionado en centros de arte de todo el mundo (el último, en el AhóndigaBilbao).

Artistas del diseño gráfico y del lenguaje publicitario, las Guerrilla Girls dominan el arte de estetizar las estadísticas para denunciar el sexismo y aportar al debate social lo que ellas denominan "la conciencia del mundo del arte". Las Pussy Riot se declaran herederas de sus ideales y ahora se acercan al gran público con la ayuda de estrellas (arty) de la televisión. 30 años después, siguen siendo necesarias.

Las niñas ya no juegan con muñecas

Las niñas ya no juegan con muñecas La feminista campaña de ‘GoldieBlox’, o cómo las niñas ya no juegan con muñecas
Por Clara Ferrero
Ahora que estamos a punto de vivir un aluvión de anuncios navideños de juguetes, la empresa GoldieBox ha ideado una campaña navideña totalmente diferente a los ‘cursis’ comerciales de muñecas para niñas a los que estamos acostumbrados. Esta empresa crea juguetes educativos para incentivar en las pequeñas el gusto por la ingeniería y la inventiva desde una edad temprana. Y así lo transmite en este anuncio que después de sólo tres días en la red ya supera los seis millones de visionados.

En él, tres niñas dan la vuelta a la canción Girls de Beastie Boys y la convierten en un himno feminista. Mientras la cantan, deciden pasar de las princesas que salen en la televisión y usar una variada colección de juguetes y artículos del hogar para montar un complicado Rude Golberg (máquina de efectos encadenados, de esas en las que una pelota acciona una palanca, ésta a su vez otro objeto y así sucesivamente). Así, las tres pequeñas interpretan la pegadiza canción repitiendo frases como “es hora de cambiar… porque todos nuestros juguetes son iguales y nos gustaría usar el cerebro” o “todo lo que necesitamos son chicas, es nuestra oportunidad, no hay que subestimar a las niñas”.

Puedes leer la noticia completa en Slate

Niños activistas, la otra infancia

Niños activistas, la otra infancia Puede que les cueste el doble hacer oír su voz, pero eso no les frena. A veces, los líderes de la protesta son muy, muy pequeños. Y sus logros, muy grandes.

Begoña Gómez Urzaiz 01 de septiembre de 2013


Seguramente ha sido la ponente más joven en recibir una ovación en la sede principal de la ONU. El pasado 12 de julio, Malala Yousafzai, una adolescente de 16 años lo suficientemente famosa como para ser conocida sólo por su nombre de pila, se puso ante cientos de delegados y aceptó los honores que le rindieron como parte del Día de Malala. Su caso es sobradamente conocido: a los 13 años, Yousafzai empezó a bloguear con seudónimo en la web de la BBC contando la situación en su país, en el que los talibanes impiden la escolarización de las niñas. En octubre del año pasado, un terrorista ligado al grupo extremista TTP le disparó repetidamente en el cráneo. Yousafzai logró salvar la vida y se convirtió en un icono global. Personalidades de todo el mundo, desde Barack Obama a Madonna, le dieron su apoyo y Time la propuso como Persona del Año. Hoy vive en Inglaterra, refugiada, y acude al colegio cada día con un hiyab y el clásico uniforme. Sin duda, su porte precozmente maduro y su corta edad contribuyeron a atraer a los medios occidentales. ¿Seguirá siendo una voz en el tablero internacional cuando crezca?

Según el psicólogo infantil y profesor de la Universidad Complutense Valentín Martínez-Otero, probablemente sí. «Siempre que siga contando con el apoyo de su entorno. A menudo estos niños acreditan un acentuado desarrrollo en el plano intelectual, social, y ético moral. No se amilanan y se crecen ante la adversidad».

El psicólogo, sin embargo, cree que no siempre es aconsejable que un niño se convierta en la cara pública de una causa política. «Eso corresponde a los adultos. De otro modo, la excesiva presión sobre la infancia, empujada hacia una falsa madurez, puede tener consecuencias negativas: estrés, ansiedad, depresión...».

Se refiere al caso de Coy Mathis, la niña transexual de 6 años que llevó a juicio al estado de Colorado, en el que reside, por su derecho a utilizar el baño de niñas de su colegio (Coy nació con sexo masculino). El abogado de su familia, Michael Silverman –del Transgender Legal Defense Fund, un despacho que lleva estos casos sin ánimo de lucro–, justifica la decisión de la familia Mathis de salir a la luz pública: «La gente no tiene muchas oportunidades de ver a niños transgénero. Al ver a Coy –que hizo toda una ronda de apariciones mediáticas– se encontraron con una niña normal y preciosa y con una familia que sólo quería que todos sus hijos fueran igualmente felices. Es importante poner una cara a estas batallas por los derechos civiles». Silverman está más que satisfecho con el resultado, que dio la razón a los Mathis y está sentando jurisprudencia en varios estados.

No hay duda de que la cara de un niño multiplica el interés de los medios y puede dar el empujón a una campaña, la que sea. Lo sabe Martha Payne, la niña escocesa que el año pasado abrió un blog, Never Seconds, en el que posteaba fotos del muy poco apetecible menú de su escuela. Un tuit de apoyo del famoso chef Jamie Oliver encendió la chispa y poco después la BBC y el Daily Telegraph estaban hablando de lo que pensaba esta cría de 9 años. Señalaban, entre otras cosas, que la dieta escocesa es la peor de Europa y que, de seguir así, difícilmente mejoraría. El distrito de Argyll and Bute, al que pertenece el colegio de Payne, le obligó a cerrar el blog, y eso aumentó todavía más su popularidad.

«Ese día lloré porque era injusto, no había hecho nada malo», cuenta Martha. Un año más tarde ha conseguido que mejore la nutrición escolar en la región y ha recaudado fondos para un comedor infantil en Malaui. «Pero aún nos queda trabajo», asegura.
Actividades:
1.- En el texto se habla de tres niñas activistas, nómbralas:
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2.- Explica brevemente en qué han consistido sus reivindicaciones:
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c)..........................................................................................................................
3.- ¿Cómo han conseguido que todos conozcamos sus problemas? ¿Qué medio han utilizado?
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4.- Qué repercusión han tenido sus esfuerzos?
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5.- ¿Qué situación de tu entorno te gustaría denunciar?
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El discurso de Riley y la nueva discriminacion de género

Hace unos meses se popularizó el vídeo de una niña estadounidense de 4 años, llamada Riley, que protestaba de manera acalorada sobre algo que le tocaba la fibra sensible, el tema de los juguetes. En este caso, la contrariada Riley departía sobre los colores de los juguetes y el tipo de juguetes que, según ella injustamente, sufrían ya desde muy pequeños niños y niñas. Según Riley, que está harta de juguetes de color rosa (a los que llama "pink stuff") y de princesas, a las niñas también les gustan los superhéroes. Además, Riley consideraba que el pink stuff era una manera de engañar a las chicas para que compraran un tipo de juguetes que los chicos no querían.

El vídeo lo han visto ya más de cuatro millones de personas y ha desatado una auténtica guerra de argumentos entre los jugueteros y algunas asociaciones de padres preocupadas por los estereotipos de género en EE UU. Estas asociaciones acusan a los jugueteros de marcar fuertes estereotipos para niños y niñas a través de códigos de colores (rosa para niñas y otros colores no-rosa para niños) que, a su vez, están asociados a distintos role models (superhéroes para niños versus princesas para niñas) y a futuras ocupaciones profesionales (planchas, maquillajes o cuidado de bebes para niñas versus construcción, automoción o ciencia para niños). Ante estas acusaciones, los jugueteros han argumentado que ellos fabrican los juguetes que demandan los niños y niñas, pero según las asociaciones de padres, los niños y niñas piden unos juguetes u otros bajo el peso de los estereotipos que los propios jugueteros han creado con sus campañas de márketing.

Cualquier padre o madre español hemos sufrido los machacones y estridentes anuncios publicitarios de varias cadenas de televisión en la franja horaria de las animaciones para niños (por las mañanas, temprano). Anuncios que rezuman estereotipos. Si no los han visto, son dignos de ver, aunque advierto de que pueden herir su sensibilidad, especialmente si usted tiene una hija. Por que, creánme, las niñas salen perdiendo. Este asunto siempre me ha parecido moralmente inacceptable, por denigrante. Me es grato ver que, a juzgar por el tono de indignación de la avispada Riley, hasta los propios niños están hartos. Pero nadie parecía hacer nada. Así que, doy las gracias a Riley por abrir esta polémica. Por fin.

Esta polémica puede resultar en un nuevo tipo de derechos sociales en EE UU, y por ende, en el resto del mundo, destinados a proteger a los niños de este tipo de estereotipos de género arcaicos e indeseables.Pero el tema es serio y transcendente, y ciertamente, no sólo es cosa de niños.

Un nuevo estudio que se publica esta semana en la prestigiosa revista Proceedings of the American Academy of Sciences (PNAS) indica que, tanto hombres como mujeres, seguimos siendo machistas de manera sutil, crónica, e inconsciente, incluso si se trata de científicos de las mejores universidades de EE UU. El estudio indica que profesores de universidad y profesionales científicos siguen siendo más favorables a los estudiantes chicos que a las chicas. El trabajo consiste en evaluar el currículo de los mismos candidatos (pero asignados de manera aleatoria a un género masculino o femenino) que optaban a un puesto de director de laboratorio. Los resultados son claros, los profesores (independientemente de que sean hombres o mujeres), califican significativamente mejor el currículo de los chicos (a pesar de ser idéntico al de las chicas). No solo eso, también consideran que los chicos son más competentes y mejores candidatos para la contratación. Además, ofrecen salarios más altos y mayor mentoring a los chicos que a las chicas. Cuando se investiga el porqué de este sesgo, todo apunta a que en nuestro subconsciente está muy asentada la idea de que las chicas son menos competentes.

Estos descubrimientos son un jarro de agua fría, especialmente tras los últimos estudios que indicaban que la causa de que las mujeres estén infrarrepresentadas en los estamentos profesionales más altos es debido a la propia elección de las mujeres (libre o bajo presiones familiares) a la hora de optar por carreras profesionales menos exigentes. Este nuevo estudio indica que para conseguir que más mujeres estén en los estamentos profesionales más altos (y esto es necesario, según el informe de 2012 del Consejo Asesor del Presidente de EE UU en materia de Ciencia y Tecnología, para cubrir un déficit estimado en más de 1 millón de científicos en EE UU durante la próxima década), no solo hay que trabajar en animar a que más mujeres se decidan a avanzar en sus carreras profesionales, facilitando que puedan tener a la vez una vida familiar, sino que hay que combatir un machismo sutil que sigue viendo a las mujeres como menos competitivas y menos capaces de triunfar. Además, dado que tanto hombres como mujeres han mostrado esta preferencia por los estudiantes de género masculino, esto indica que este machismo sutil es el resultado de la persistencia de estereotipos culturales que operan subconscientemente en contra de las mujeres, y no tanto de un deseo intencionado de perjudicarlas.

Esto indica que no es suficiente con animar a que las mujeres se decidan por carreras científicas y se identifiquen con la ciencia (como promueve la campaña It's a Girl Thing de la Comision Europea, sobre la que hablé en un post anterior), o con que se facilite por parte de los centros de investigación que las mujeres puedan compatibilizar la vida laboral con la familiar, parece que hay que poner un énfasis adicional en que los procesos de selección sean objetivos y transparentes. Y la paridad en los comités de selección, aunque ciertamente ha ayudado, como refleja el Libro blanco sobre la situación de las mujeres en la ciencia española, no parece suficiente para garantizar esto.

Quizás tengamos que remontarnos a la protesta del pink stuff de Riley para cambiar las cosas. Los triángulos invertidos de color rosa ya se utilizaban para discriminar, para marcar, en los campos de concentración nazis. Cuando mi hijo tenía entre 2 y 3 años, le gustaba y demandaba juguetes y peluches de color rosa, pero ahora ya sabe que es un color de niñas y lo evita. El problema no es que sea un color que les gusta a las niñas, el problema es que ser como las niñas ¡no es deseable! (algo que no es necesariamente cierto a la inversa, con el color azul). Esa segregación de colores puede derivar en una segregación social y emocional mucho más temprano de lo que nos podemos imaginar. El asunto de colores diferentes para niños y niñas no tiene ninguna base racional, y por lo tanto es fuente para las emociones más irracionales.

La mitad de los homosexuales europeos se han sentido acosados

La mitad de los homosexuales europeos se han sentido acosados Hoy, Día Internacional contra la Homofobia, reproducimos este artículo para que nos ayude a reflexionar sobre el tema. Nos toca de lleno, porque es en la etapa de la Educación Secundaria cuando más discriminación se sufre.
Además, en la siguiente entrada recogemos el vídeo Un vestido nuevo que nos ayudará a tener otra visión sobre el tema.

Un 80% oyó burlas en el colegio dirigidas a otra persona en su misma situación

Isabel Ferrer La Haya 16 MAY 2013 El País

El miedo y el aislamiento son las principales consecuencias de la discriminación padecida por el 50% de la comunidad gay, lesbiana, bisexual y transexual en la Unión Europea. Según la mayor encuesta realizada en 2012 sobre su situación, respondida por 93.000 personas en los 27 países miembros, además de Croacia, los prejuicios les impiden equipararse al resto de los ciudadanos. Cuando los insultos se transforman en actos violentos, la mitad de las víctimas no lo denuncia por desconfiar de la actuación policial. La Agencia de los Derechos Fundamentales de la UE, responsable del estudio, pide la armonización de la lucha contra el trato recibido por este colectivo. También aconseja “el castigo penal de la incitación al odio homófobo y transfóbico”, ya que los transexuales se llevan siempre la peor parte.

Los grupos más discriminados son los jóvenes de 18 a 24 años (que representan un 57%). Le siguen las lesbianas (55%) y la gente de menores ingresos (52%) en todas las categorías. España figura entre los países con menores niveles de discriminación percibida por los encuestados en virtud de la orientación sexual (un 38% sobre una media comunitaria del 47%). La cifra más abultada aparece en Lituania, con un 61%.
A la hora de buscar trabajo, uno de cada cinco encuestados se sintió discriminado. Los transexuales, uno de cada tres. Traducido en cifras, España suma aquí un 17%. La media de la UE es de un 20%. El pico es para Chipre, con un 30%. En los 28 países, las dos terceras partes de las personas fueron testigos de comentarios o conductas negativas por la inclinación sexual de un colega. A su vez, un tercio se sintió discriminado en el ámbito sanitario, educativo, de servicios sociales, vivienda o servicios en general. En España, fue un 27%. El promedio comunitario es de un 32%, aunque Lituania llega al 42%. “Mi comportamiento en el trabajo supone un alto grado de autocensura”, dice un consultado gay alemán, de 31 años. “Un compañero me dijo que me respetaba, pero creía que yo era anormal”, señala una lesbiana italiana de 28 años. Un 66% teme ir de la mano en público en toda la UE. Entre los varones gais, un 75%

La enseñanza secundaria fue el peor periodo para todos. Dos de cada tres ocultaron su condición. En España lo hizo un 91%, que es la media general en la UE. Chipre la supera con un 97%. Sin embargo, mientras un 60% del total fue víctima de comentarios negativos, un 80% recuerda burlas dirigidas hacia otra persona en su misma situación. En Holanda, que suma los porcentajes más bajos en todas las categorías anteriores, un 5% escaso de los alumnos de secundaria cree que los adolescentes deben mostrar sus preferencias sexuales, según análisis propios. “Hay que actuar en la UE para derribar barreras, acabar con el odio y generar una sociedad de plenos derechos para todos”, afirma Morten Kjaerum, director de la Agencia de los Derechos Fundamentales.
El resultado de la consulta se presenta en La Haya hoy, día mundial contra la homofobia y la transfobia desde que la OMS retirara la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales en 1991. El cuestionario podía rellenarse por Internet para asegurar el anonimato y un acceso amplio. Una vez la persona en cuestión se encuadraba en alguna de las cuatro categorías, gay, lesbiana, bisexual y transexual, podía citar sus experiencias en el marco laboral, educativo, sanitario y de servicios sociales, así como en lugares públicos, ya fueran bares o tiendas. Del total de encuestado, los varones gais (62%) son los que más respondieron. El grupo menos representado son los transexuales (7%), a pesar de que padecen el mayor número de agresiones o amenazas violentas (8%). El promedio comunitario es aquí del 6%.

Otro reto más: erradicar el sexismo entre los jóvenes

Otro reto más: erradicar el sexismo entre los jóvenes Los datos sobre la violencia contra las mujeres constatan que el problema persiste entre las nuevas generaciones
Inés P. Chávarri Bilbao 25 NOV 2010

Dicen los expertos que cualquiera puede sufrir violencia sexista. Que da igual el nivel social, de estudios, la religión o la procedencia. Tampoco importa la edad. Las agresiones, fundamentadas en valores y en una educación que discrimina a hombres y mujeres, conductas más propias del pasado, siguen calando en los jóvenes. Ahí están los datos. La Ertzaintza contabilizó el año pasado 1.288 agresiones contra mujeres de entre 18 y 30 años, el 35% del total. Igual porcentaje se ha registrado en el primer semestre de 2010, según el Departamento de Interior.
"Lo llamativo es que con la concienciación social que hoy en día existe, con el rechazo, las campañas de prevención... esas conductas se mantengan", afirma Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica de la UPV y experto en violencia contra la mujer. "Estamos en la buena dirección, pero otra cosa es que los cambios tarden en consolidarse. El problema es que mujeres en edades jóvenes no interpretan ciertas señales. Por ejemplo, asocian una conducta de celos como un exceso de amor", añade.
Si los datos son menos llamativos, las conclusiones de algunos estudios resultan escalofriantes. El informe de Emakunde Adolescentes en Euskadi, publicado en 2009, concluye que el 69,7% de los encuestados encuentra normal "sentir celos cuando se está enamorado" y un 36,3% de las chicas se muestra de acuerdo en "mirar el móvil de tu pareja si piensa que te está poniendo los cuernos".
Otro estudio elaborado por el Ministerio de Igualdad y la Universidad Complutense de Madrid, en colaboración con todas las comunidades autónomas, y publicado el pasado julio, abunda en la misma idea. El informe recoge, entre otros datos, que un 30,7% de los chicos encuestados considera que "decirle que no vale nada" a su pareja no es maltrato, otro 22,8% opina en el mismo sentido respecto a "hacerle sentir miedo" y un 35% en "controlar todo lo que hace".
Estos aspectos se encuadran en el concepto de micromaltrato, aquellas conductas que sin llegar a suponer una violencia física, sí lo son desde el punto de vista psicológico. "El problema", apunta María Silvestre, directora de Emakunde, "es que muchas jóvenes no son conscientes de que esto suponga una agresión, ni muchos de ellos".
También hacen referencia los expertos a un "espejismo de igualdad". "Entre los más jóvenes ha calado la idea de que somos iguales y no perciben el problema. Piensan que es una cosa de sus padres y que ya está superado", explica Mónica Ibáñez, asesora de la Dirección de Atención a las Víctimas de la Violencia de Género del Gobierno vasco.
Y si las diferencias de acceso a un puesto de trabajo entre un hombre y una mujer disminuyen, la gran diferencia de roles se sigue produciendo entre las paredes del hogar. "Los valores igualitarios no se han asimilado en la convivencia más íntima. La mujer sigue cargando con la mayoría de las tareas domésticas. Y los jóvenes siguen viendo en sus padres y abuelos unos comportamientos que inciden en relaciones asimétricas", apunta el catedrático de la UPV. "No es que las mujeres tengamos la culpa porque no sabemos delegar y los hombres la tengan porque no se quieren corresponsabilizar. La culpa es de la sociedad en su conjunto, de nuestro patrimonio cultural y de los estereotipos sexistas que hemos aprendido", apostilla María Silvestre.
La educación de los más jóvenes constituye por tanto el empujón necesario para desterrar las conductas sexistas hacia las mujeres. "Hay que luchar contra la violencia de género, no me refiero sólo al bofetón, a la paliza, también contra los insultos, las frases despectivas", enumera esta estudiante de Ingeniería Química que insiste en apuntar que habla en nombre de todas sus compañeras. "Influye la educación que le das a tu hijo, porque nunca se les deja elegir, sino que en función de su sexo les enseñamos de una forma u otra", añade la joven, quien recoge ideas expresadas por Echeburúa o Silvestre, "Estamos acostumbrados al machismo y lo sufrimos sin darnos cuenta".
FICHA DE LECTURA
1.- ¿CUÁL ES LA IDEA CENTRAL DEL TEXTO ANTERIOR?
2.- RESÚMELO.
3.- ¿QUÉ DATOS DE LOS QUE AQUÍ SE ENUMERAN TE RESULTAN MÁS O MENOS LLAMATIVOS? ¿POR QUÉ?
4.- ¿ESTÁS DE ACUERDO CON LO QUE AQUÍ SE AFIRMA DE QUE LOS JÓVENES PIENSAN QUE EL MALTRATO ES SOLO UNA COSA DE MAYORES Y QUE ENTRE ELLOS NO SE DA? RAZONA TU RESPUESTA.
5.- ¿PIENSAS QUE SON MALTRATO LOS INSULTOS Y LAS FRASES DESPECTIVAS?
6.- ¿ESTÁS DE ACUERDO CON LO QUE AQUÍ SE CUENTA SOBRE EL REPARTO DE TAREAS DOMÉSTICAS?
7.- LA SOLUCIÓN QUE AQUÍ SE PROPONE ES LA EDUCACIÓN DE LOS JÓVENES, ¿QUÉ OTRA COSA SE TE OCURRE A TI?
8.- EL ARTÍCULO TERMINA CON UNA FRASE DEMOLEDORA:"Estamos acostumbrados al machismo y lo sufrimos sin darnos cuenta". ¿EN QUÉ SITUACIONES DE TU ENTORNO OBSERVAS MACHISMO? PON EJEMPLOS.

“Al zumo se le va la vitamina pero la zanahoria no mejora la vista”

“Al zumo se le va la vitamina pero la zanahoria no mejora la vista” La divulgadora científica defiende el papel de las mujeres en la transmisión de conocimientos
Bernardo Marín
Hemos pedido dos jugos (zumos) de naranja. Así que empezamos por ahí, aterrados ante la posibilidad de que se derrumbe uno de los mitos de nuestra infancia. ¿Es cierto que si no lo bebemos enseguida se le va la vitamina? “Es verdad. La vitamina C es antioxidante y en contacto con el aire, la luz y el calor pierde sus propiedades”. Nos quedamos tranquilos. Valeria Edelsztein (Buenos Aires, 1982), doctora en Química y divulgadora, ha presentado en la Feria de Guadalajara (México) Los remedios de la abuela (Siglo XXI), un libro donde examina lo que hay de verdad científica y de leyenda en la medicina casera. En España solo puede conseguirse por Internet, pero en Argentina va por la cuarta edición.
Edelsztein es divulgadora y mujer, una combinación poco frecuente. “No hay muchas mujeres que salgan del laboratorio y cuenten ciencia, quedan algunos resabios de épocas pasadas. Y es raro, porque las mujeres siempre fueron una base de transferencia de conocimientos científicos, muchas veces sin saberlo. En la cocina adquirieron muchos saberes y los transmitieron a las generaciones posteriores. Pero no sabían por qué funcionaban, y eso es lo que yo he intentado hacer”.
El libro derrumba algunos mitos. “La zanahoria tiene betacarotenos, que el cuerpo convierte en la vitamina A que nos hace falta para una visión saludable. Pero uno no va a ver mejor por comer muchas. Lo más curioso de esta historia es su origen. Al principio de la Segunda Guerra Mundial los británicos habían desarrollado un sistema de radares y los alemanes no entendían cómo podían derribar con tanta facilidad sus aviones. Así que, para ocultar su descubrimiento, desde Inglaterra se difundió la leyenda de que sus aviadores habían desarrollado una vista prodigiosa comiendo zanahorias”.
Edelsztein niega el supuesto beneficio de la leche contra la acidez de estómago. “Puede aliviar en un primer momento, pero el calcio y las proteínas que contiene acaban provocando un efecto rebote”. En lo que sí tenían razón nuestras abuelas era en mandarnos a la cama con un caldo cuando teníamos catarro. “Más allá del mimo, inhalar el vapor tibio de la sopa alivia las secreciones nasales. El caldo contribuye además a evitar la deshidratación. Pero, sobre todo, evita la acumulación de neutrófilos, las células de defensa que al aglomerarse contribuyen a la congestión”.
En mayo, Edelsztein ganó el primer Premio Internacional de Divulgación Ciencia que Ladra / La Nación con Científicas: cocinan, limpian y ganan el premio Nobel (y nadie se entera), un repaso a las contribuciones de las mujeres durante los siglos, desde Hipatia, la primera matemática, hasta Marie Curie, a quien no querían dejar entrar en la Academia Francesa, pasando por María la Judía, descubridora del método para calentar alimentos que lleva su nombre, o Mary Anderson, inventora del limpiaparabrisas. El nombre del libro ironiza con el titular que la revista Family Health eligió para informar del Nobel de Medicina concedido en 1977 a Rosalyn Yalow.
Edelsztein reivindica así el papel de las mujeres. “La historia la cuenta el que gana pero hay que conocer la otra mitad del relato”. Y aprovecha para hacer proselitismo. “Hay que romper barreras, pasar del desconocimiento al reconocimiento. Conocer a las mujeres que hicieron ciencia, en circunstancias más adversas que las actuales, es una forma de despertar vocaciones. Y que muchas puedan demostrar lo que valen”.
FICHA DE LECTURA
1.- Resume el texto.
2.- ¿Qué libro es el que ha presentado la persona a la que entrevistan?
3.- ¿Qué pretende desmitificar con él?
4.- ¿Con qué otro libro ganó el Premio Internacional de Divulgación Ciencia que Ladra / La Nación?
5.- ¿Qué pretendía dar a conocer con él?
6.- Busca en Internet información sobre las científicas que aquí se nombran y explica en breves frases por qué fueron reconocidas?
7.- ¿Por qué piensa Valeria que el papel de la mujer siempre ha estado relegado a un segundo plano en el ámbito científico?